viernes, 6 de noviembre de 2009

Vidriosa retina del ojo

Kawabata escribe en Garasu la historia de un obrero, que malherido y agotado por su trabajo, logra provocar lástima en una joven burguesa. Posteriormente, el obrero se vuelve escritor; publica en un breve cuento sus impresiones acerca de la joven. La historia llega a manos de ella y de su marido, se reconocen dentro de esta, en consecuencia atienden la lectura con el ser. Habiendo terminado de leer el marido se pregunta cómo es posible que ese granuja insalubre perciba atributos de su mujer que él nunca vio.

Hesse narra la batalla de una manada de lobos por sobrevivir al cruel invierno, al hambre. Las circustancias los obligan a atacar los poblados en busca de alimento. Obvio, son cazados y asesinados de inmediato. Cuando la muchedumbre excitada está por matar al último lobo, son incapaces de percibir que en sus ojos brilla el reflejo de la luna. De la belleza del bosque entero.

Yo escribo mis parafrasis, tú las lees, y:
¿acaso no asistimos juntos -en la brevedad- a la belleza que contienen las palabras huecas?

Me entusiasma. Me alegra por ambos.

1 comentario:

YKR dijo...

Tú escribes con el ser. Yo te leo con el ser. Tus letras alivian y confortan. Son clínica de la palabra, para ponernos neo-freudianos (sólo un poco).

:)