sábado, 8 de noviembre de 2014

Política interior

Ayer leí que en uno de tantos discursos Kennedy había dicho algo más o menos así: "no se pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregúntense qué pueden hacer ustedes por su país"... Desconozco del todo el contexto de la cita y también desconozco las minucias concernientes a la vida de Kennedy, para acabar pronto. De hecho, la misma frase pasó a segundo plano, sin embargo, lo significativo radica en el pretexto: la cita me puso a pensar en lo hermoso que sería tener a un presidente capaz de levantar el ánimo, capaz de la palabra, del discurso que eleva el espíritu. Pensé en el emperador-padre del confucianismo. Imaginé a un presidente-poeta. En vista de que México carece de educación y de objetivos, si la voz de un visionario pudiera alzarse entre el ruido y los medios, ésta sería la vía más rápida para compartir ideales, para sumarnos a una causa común. En mi cabeza, es el discurso de un líder ilustrado el que nos pone a tono y nos iguala. De cualquier forma esto solo es un sueño. La estructura actual de poder no puede permitir algo así...
Mientras las cosas cambian y a favor de que esto ocurra pronto, lo repito: hago lo que me corresponde. No exagero si digo que todos los días me comprometo a ser mejor ciudadana y a trabajar en servicio de la comunidad, de quienes me rodean. Soy sincera, con el corazón pienso en el otro, en los demás. Todos los días. La Ciudad de México es el escenario perfecto para probar que tengo ideales así que no se me olvida, no lo puedo olvidar. Como todos, unos más, otros menos, soy sensible a la vida política de mi país. Espero que mis compatriotas decidan tomar las mejores acciones al respecto.

martes, 21 de octubre de 2014

Con la coquetería de Paprika

En el andén, antes de subir a la línea 3 del metro de la Ciudad de México, observo la caminata penosa de un anciano que no sólo trae bastón, también carga con una mochila vieja que por la deformación de la tela revela el gran peso de su contenido.
El anciano y yo entramos en el mismo vagón. Como era de esperarse, no hay asientos disponibles.
En el lugar destinado para mujeres embarazadas, ancianos y discapacitados viene sentado un puberto distraído, ligero, sin mochila ni bolsas. El anciano se para justo frente a él, casi casi le pone el bastón entre las piernas a manera de un ruego silencioso: "Por favor, compadécete de mí".
El puberto ni se inmuta. No se da cuenta. O no sospecha nada. Pequeño cretino.
Me puse roja. Me molesté. Qué ganas de darle una lección de buenos modales a ese escuincle. Tal vez él no vio cuánto trabajo le costaba caminar al anciano, ¡pero es un anciano con mochila y bastón!
El viejo no iba a hacer nada. El joven tampoco.
Entonces, en el sucio reflejo de la puerta, la Paprika que hay en mí me guiñó el ojo. Las dos nos acercamos al puberto, una le puso la mano sobre el brazo y la otra se inclinó para mostrarle el escote. Paprika, con una gran sonrisa y voz de japonesa coqueta le habló: "Hola. Por favor, ¿podrías dejarle el asiento al señor?"
El puberto se paró como resorte. El anciano lo agradeció. Yo me sonrojé. Los tres nos fuimos contentos intercambiando sonrisas. Nadie tuvo que gritar.

domingo, 19 de octubre de 2014

El teatro de la ciudad

Llueve. Sobre Francisco Sosa -a dos calles del centro de Coyoacán-, en una esquina de apariencia segura y frente a varias cámaras de vigilancia, un par de hombres sostienen la siguiente conversación.

HOMBRE A: Con una franela entre las manos, de aspecto sucio. ¿No me va a dar nada por la cuidada? (Se refiere a "echarle un ojo" al coche del HOMBRE B.)

HOMBRE B: A la vuelta. (Es decir, cuando regrese de pasear con su familia y pueda corroborar que su coche, efectivamente, se encuentra sano y salvo.)

HOMBRE A: No, de una vez, quién sabe a qué hora vaya a regresar. (En otras palabras, ya es tarde, nada más cojo su dinero y me largo de aquí. Además está lloviendo, no es como que vaya a lavar su coche.)

HOMBRE B: Sumiso. ¿Cuánto está bien?

HOMBRE A: Triunfante. Treinta pesos.

HOMBRE B: Le da el dinero al HOMBRE A. Después corre para alcanzar a su familia, quien no detuvo ni un paso para esperarle.

martes, 13 de mayo de 2014

De vuelta

El otro día fui a comer quesadillas fritas al mercadito de Coyoacán y de regreso me metí al Sanborns por unos Pon Pons. Iba con Mar, andábamos contentas y sin compromisos, al grado de caminar a la velocidad que imaginamos caminan los eternos. Nos quedamos viendo revistas y libros. Luego me entra la curiosidad por ver en qué anda la gente que compra libros en un Sanborns. Con las revistas es diferente, están en su punto de venta. El asunto es que vi un libro titulado "Meditación para adictos. Los locos también pueden alcanzar la iluminación". Es un título raro, ¿no? Además, la portada tenía una de esas representaciones del Buda en las que parece más un demonio. Lo tomé para leer la primer página. Comenzaba con algo así: "Quien abandona el camino de la disciplina es como aquél que tiene un ave en su mano y la deja ir, nunca volverá a atraparla". Es algo impactante. O así me lo parece. Leer textos sapienciales con devoción es algo tremendo. Desde ese día no dejo de recriminarme ser tan vaga. Tan errante. Estos días trato de compensar un poco obligándome a la disciplina y después, como premio, a vagar, sin importarme el orden. Finalmente, creo que es importante soñar, tanto de día como de noche.

viernes, 25 de octubre de 2013

OCTUBRE

Fui por ese café gratuito, el que Starbucks me ofreció vía mail como parte de su programa “Starbucks rewards”. Hace mucho que no consumo ahí, y cuando me veo en la “necesidad”, no uso su tarjeta (hay que cargarle efectivo). Me llevé un libro. Lo del café gratis lo sabía desde la semana pasada pero hoy, después de tres días de nublados y fresco, salió el sol. El plan se tejió solo, hasta me presentó un Starbucks cercano, frente a un parque con fuente en la Roma Norte. Quise sentarme en las mesas exteriores, y lo hice, pero pronto me ahuyentó la gente. A mí derecha, un hombre de saco y camisa a rayas que desagradaba sin tener que abrir la boca. Así de clara era su impaciencia con el exterior. Su molestia hecha celular, una cajetilla de Marlboro, el resoplido al exhalar tabaco. A la izquierda podía escuchar la conversación de una intrigosa. Una mujer obesa de mediana edad envenenando los oídos de un hombre unos cuantos años más joven que ella. No era amanerado. Bueno, su peinado sí. No alcanzaba a escuchar todo. Este Starbucks está en una esquina (como tantos otros Starbucks). El ruido de los coches y el tono de confidencia que utilizaba la mujer superaban mi capacidad auditiva. Nada detestable, por cierto. “¿Te das cuenta?” –le preguntaba al del peinado amanerado- “Es una forma muy sutil de decir que no piensas…” (*coches, claxon*) (…) “Nada es lógico. Nada es obvio.” En este momento hizo una pausa para comer tejas de almendra, un paquete de galletas que compartía con su interlocutor. Este acto llamó mi atención: es importante compartir la comida con quien se intriga, pasársela bien de alguna forma. “Yo no creo que mañana, si le digo que…” (*inaudible*) Mientras ella hablaba, el chico parecía no tomarse muy en serio sus palabras. Su cara indicaba que no le creía del todo, la veía como quien mira alguien a quien cree que exagera. Pero cuando fue su turno de hablar, de cantar la historia desde su propios ojos, en hacerle creer a ella que estaban en el mismo bando se empezó a escuchar coherente. Sí, eran parte del mismo bando; cada quien con sus motivos muy personales y que no compartían pero confrontados por el mismo enemigo, el jefe de oficina.

En las manos tenía el libro que acaba de publicar Stefan, El discreto encanto de la modernidad (me parece un título muy bello para el texto que completa la portada: ideologías contemporáneas y su crítica). Así es Stefan. Apenas había leído la primer frase y ya me había atrapado, qué manera de mostrar el abismo, sin titubeos, con el primer enunciado; cuando, una mujer me llamó: “te echo las cartas, te leo la mano”. La miré a los ojos, y de todas formas negué de inmediato con la cabeza. Ella no gastó ni un gesto más en mí y ofreció sus servicios al aire, entre el tipo desagradable y una pareja que ocupaba la siguiente mesa. Me pregunté, ¿qué clase de persona pasa ofreciendo leer la mano? ¿Cómo vive, qué come? Pensé en sus ojos claros, no los vi más de dos segundos, pero los vi directo. Con albedrío. Eran claros, entre el olivo y la miel. No era una mujer fea; mayor, pero delgada y de tez suave. De inmediato sentí que aunque no tuviera el don que promete quien lee las manos, tal vez, sí creyera tener cierta habilidad, y con eso basta para tener una conversación medianamente valiosa. Quise alcanzarla. Me levanté lo más rápido posible, aún así ya iba lejos, cruzando el parque. Era rápida como un balón pateado. Un balón a medio inflar. Yo no iba a correr. Que no se me malinterprete, no estoy hablando únicamente de correr, sino de correr para entregar mi dinero en una transacción ambigua y con el libro de Stefan en las manos, una conversación seguro brillante. Ya que me había levantado pudo recordar cuál era el motivo original, el más puro, del por qué me encontraba en el Starbucks con un frappuchino cajeta, el libro de Stefan en las manos, escuchando conversaciones ajenas y espiando personas: porque hoy salió el sol.

Me senté en la banca en la que nadie había, precisamente porque el sol daba de lleno. Eran las 3:30 pm. Una camiseta de algodón de manga corta no me protegía del viento fresco ni de la humedad en la sombra de los árboles (el clima en días pasados, las lluvias y el fresco no se olvidan con medio día de sol), tenía las manos frías y la piel de los brazos erizada. Muy pronto vino el alivio. ¡Cuánto me gusta sentir los rayos del sol en la piel! Y si además la piel está fría, es como un baño tibio al aire libre. Mi primer recuerdo es así: vivíamos en Aguazul -un pequeño poblado delante de Apaseo el Alto-, al centro de la casa había un jardín con el tamaño suficiente para albergar unos tres árboles de aguacate, seis o siete de níspero, un perímetro de rosales y una sombrilla. Mi mamá ponía una tina de plástico rosa con agua tibia y me bañaba ahí, en el pastito. Hace poco, conversando con ella, le dije que recordaba cuando me bañaba en el jardín de la casa de Aguazul. Lo que veo es un cielo muy azul con nubes blancas (de las esponjositas), la tina rosa chicle y a “Topo”, el perrillo gruñón que años después me mordió la mano. Mi mamá se sorprendió: “Esa era tu tina de bebé, no tendrías ni dos años.” Entonces lo entendí. Lo que enferma mi piel es no tener suficiente sol. El año pasado, en lo que considero un momento estresante en mi vida, tuve un brote de soriasis. Era una pequeña mancha en el abdomen, no mayor a una moneda de diez centavos, y otra, de un peso, en el costado. Me dijeron que no había cura; más bien, que la medicina no era efectiva en estos casos. Lo mejor era tratar de relajarse y probar con algún homeópata. Eventualmente se me quitó. Desapareció con el tiempo, pero le llevó meses. Me preocupaba que no sanara, que pudiera ser una mala señal de mi estado de ánimo. Llegué a soñar que todo el cuerpo se me llenaba de soriasis. Pero un día, como la llegada de la primavera, desapareció. Por eso digo que lo entendí. Ahora todo cuadra. Hace una semana tuve otro ataque en la piel, unas ronchitas casi invisibles en los brazos pero que me daban comezón. La temporada de lluvias me dejó débil. Me gusta la lluvia. Pero tanta lluvia marchita mi carácter alegre, mi carácter que camina y se echa a dormir y a leer en el pasto. En general, pienso que el clima de la Ciudad de México nos mantiene sanos. Es variado. El año pasado, cuando me enfermé de la piel, fue en estas mismas fechas. Y en noviembre, en Japón, tuve tregua porque aunque allá hacía mucho frío, me mantuve activa y cada que pude me senté a tomar el sol y ver el paisaje. Lástima que no pude seguir tomando el sol cuando volví a México.

El sol es mi padre.

Es bueno ser hijo de madres no tan jóvenes al momento de parir.

Finalmente, de regreso a casa tuve un descubrimiento más. Cuando uno está asombrado, se olvida de respirar. Por eso el olfato se guarda como un sentido para la vejez, que no se deteriora o que se fortalece cuando la vista y el oído han fallado. Mi caminata fue muy veloz, mientras leía en la banca y tomaba todo el sol que podía (ahora sé que así me terminaré de curar por completo), una mujer me vendió una planta (mi primer planta en la vida, se llama “De Sol y De Sombra”), al tener que cargar con ella, lo mejor era caminar rápido, era incómoda de llevar y algo pesada. Recordé el yoga: “respira profundo, desde el ombligo”. Respirar profundo trae a nuestra mente los pensamientos del olfato, integra el mundo de los olores a la percepción. Evitar respirar profundo es una forma de cerrarse a la vida. Hoy, desde hace rato, haré consciencia una y otra vez de abrir bien la nariz, de enfocarla con valor.

viernes, 4 de octubre de 2013

La importancia del sueño lúcido

¿De qué sirve darse cuenta que uno sueña cuando sueña? Por qué hay quienes persiguen el sueño lúcido y todavía quieren henchirle de inmensidad, darle de comer un mundo.

Sueño lúcido, concepto ambiguo. ¿Qué podría querer decir la palabra lucidez dentro de un sueño? Que debemos actuar a favor de nuestros intereses o, mucho menos ambicioso, tener en claro que sabemos que soñamos mientras soñamos.

Es una locura.

Como lo es pretender que hay lucidez en la vigilia. Porque ni podemos ni hacemos lo que queremos. Y en cuanto a saber que estamos despiertos mientras estamos despiertos… ¿Cómo? ¿De qué estamos despiertos?

Yo tuve un sueño lúcido una vez, mientras estaba enamorada. Y en cuanto fui consciente de estar soñando, quise hacer el amor. No me lo podía pensar dos veces, me convertí en deseo sin siquiera darme cuenta de que sucedía (de pronto ya era deseo desde hacía una eternidad). Prestísima puse manos de sueño a la obra: tomé un autobús que iba para su casa y desperté a medio camino.

Tonta.

¿Por qué no me aparecí de la nada en tu habitación, como lo haría una diosa?

domingo, 4 de agosto de 2013

Diario de sueños, 4 de agosto

No me voy a forzar, al despertar sabía claramente qué estaba soñando pero, inmediatamente me hablaron por teléfono y mientras más duraba la llamada, más y más fui olvidando. No me voy a forzar, podría decir que estaba en una cabina de avión sólo que, eso no era una cabina de avión; era un espacio estrecho y delicado que, ya despierta, no puedo recuperar correctamente.

Como en los sueños los objetos y los símbolos desbordan en sentidos que superan a los de la vigilia, supongo que por eso opera un olvido tan inmediato. O reconoces el sentimiento y el significado al despertar, o el sueño se esfuma por incompatibilidad con la lógica de la vigilia.

martes, 18 de junio de 2013

Bitácora del Capitán 18:06:13

Hoy conocí a alguien con Tourette. Era una mujer grande en ambos sentidos que caminaba con quien  -pobre-, adivino es su madre. Venían tranquilas, traían un pequeño radio que aparentemente mantenía de buen humor a la mujer en cuestión. Tarareaba chingaderas "qué te pasa, estúpida, ¡ya! puta estúpida" con una voz bajita, desentonada y pues sí, parecía involuntario. Aunque todo esto es una gran conjetura. 

lunes, 10 de junio de 2013

Domingo Irreal


 Trato de llevar un diario normal, pero los sueños se me desbordan. 

Hace unas horas vi un edificio con el que ya había soñado años atrás. Sucedió en Santa María la Ribera. No sé en qué calle. Es decir, no sé el nombre de la calle; sí sé de qué cuadra se trata. Mi memoria no funciona bien con los nombres. Sirve mejor para reproducir mapas. Siempre me ha sido más sencillo recordar un trayecto imaginario que retener el nombre de las calles. Es como si en mi cabeza no hubiera papel y lápiz para escribir pero me dejaron una cámara fotográfica en su lugar. No es muy buena. Como cualquier otra cámara, produce imágenes limitadas. Las fotografías a veces son algo borrosas. Otras no están bien dirigidas o son un accidente en el que solo puedes ver el azul del cielo, la grieta en una pared con medio árbol detrás, el flashazo guardado dentro de un bolso de mujer. Como nunca había estado en la zona, mi paso era lento. Mi ritmo era el del transeúnte que pretende el detalle en los ventanales de los segundos pisos y a la vez, está pendiente de su condición de extraño en territorio nuevo. Sin referencias. Estaba por terminar el trayecto que llamo “la escalera con gancho” (ese dar vuelta a la derecha, luego a la izquierda, a la derecha y, finalmente, otra vez a la derecha) cuando, detrás de la esquina -como si hubiera estado ahí agazapado, esperándome- surgió el edificio con el que ya había soñado años atrás. No se encontraba quieto, como podría esperarse de un edificio. No. Se moría de la risa. Las ramas de los árboles le hacían cosquillas y la sombra de las nubes le obligaba a guiñar los ventanales. Me quedé atónita. Sin poder respirar. En mi mente pregunté “¿qué haces tú aquí?” Y después, “¿o eres un déjà vu?” No me dejé amedrentar en exceso, no era para tanto. Como acostumbro leer durante los trayectos de la ciudad, a veces recubro algunos sitios con metáforas que le pertenecen más a los libros que a la geografía urbana (estoy habituada a que algunas imágenes cobren vida). El edificio con el que ya había soñado años atrás se puso serio y me miró con un gesto más imponente. Era todo un cara dura de ladrillo naranja y escaleras de emergencia azul industrial. Finalmente le dije “¡pero qué problemático!, ¿de dónde has salido?” Y se volvió a reír. El viento se nos unió: desgarró la pausa con un aire suavecito y ondulado. El semáforo cambió de color. Y yo, de pronto, ya había llegado a la casa de Sheba, a su sala; una taza navideña llena de café en las manos.

El corazón es un conjunto de pequeños infinitos


La arena, las estrellas, las hojas de los árboles, el oleaje, todos son pequeños infinitos.
Incontables. Continuidades numéricas que superan la vida. Aunque, también en las personas hay pequeños infinitos. Frente al mar -con toda esa inmensidad y el oleaje incansable- uno se puede preguntar: ¿cuál es el intervalo entre una ola y otra? ¿no crees que se parece al latido de tu corazón? ¿del mío? 

Más de cien mil latidos por día son nuestro pequeño infinito, un oleaje con sus propias mareas y tormentas, con su calma y su tiempo irrefrenable aún más rápido que el viento jugueteando con el mar. Cien mil latidos por día ¿y no me regalas ni uno? El corazón es una bomba. Un reloj. Un tambor. Una lámpara. Un acto espontáneo como la percepción del peligro. Es la luz que hay en tu habitación. Es un cauce de impulsos eléctricos. Es todo, porque, aquí entre nos: el corazón es un conjunto de pequeños infinitos.

domingo, 9 de junio de 2013

Flashback, cortada

Objetos que te devuelven a la infancia temerosa: un cuchillo muy bien afilado, las máquinas de escribir, cosas frágiles que le pertenecen a otros.

martes, 28 de mayo de 2013

"The Better Half" Mad Men, Episodio 9, Temporada 6

Do you feel guilty?  
—No. This happened a long time ago.


¿Quién te conoce mejor? ¿Quién está más cerca de ti, de tu corazón? No es tu pareja (no puede serlo); no es alguien de la familia (a quien constantemente proteges de ti mismo) y; no se trata de un amigo (¡ah! los amigos). La vida es terrible. Un contrasentido tras otro, ¿qué más se puede esperar sino una paradoja? La persona que mejor te conoce, la que está más cerca de ti, suele ser la misma que ya no te soporta. Alguien que alguna vez te quiso pero, con el tiempo, tuvo que dejar de hacerlo.

Nosotros mismos hemos sido esa persona. Alguna vez, todos hemos amado a alguien que nos dejó. Y le odiamos por eso. Después, si con el tiempo le consentimos el perdón (que es más olvido que otra cosa), cierta normalidad regresa. Las cosas no son como eran antes del amor pero, son como son después del amor. Es decir, por lo menos no son presente. Habemos quienes, incluso, tratamos con los nuevos amantes de nuestro antiguo amante y llegamos al extremo de conocerles a través de él. Como una imagen que se observa a través de un espejo. No se trata de lo que el antiguo amante nos dice acerca de sus parejas nuevas, no. Se trata de poder ver a los nuevos interpretar un papel que ya tuvimos nosotros.

Después de Don, a Betty le cuesta volver a ser ella. Se le veía amarga, fuera de forma. El resentimiento para con él y Megan era notable. Pero eso se acabó. En The Better Half, Betty por fin está en otro lugar y puede mirar de lejos. La frase que le suelta a Don (en la cama, después de un reencuentro que a los espectadores nos sabe demasiado bien por lo que hay de conocido y añejo; de recuerdo que se materializa) es escalofriante:

That poor girl. She doesn’t know that loving you is the worst way to get to you.

Solo Betty, quien amó y odió a Don puede conocerle así (¡a través de Megan y de sí misma!).

Las personas somos un lugar. Con nuestras planicies y nuestros riscos, con su día y su noche. Estamos hechos de caminos inevitables. Caminos bien conocidos por quienes nos rodean, obligados a pasar tantas veces por allí.

Betty aprendió cómo es Don y ahora puede manejarlo de la mejor manera. Por ejemplo, no le dice a Bobby que su padre lo llevará de campamento (para qué provocar los desencantos, los plantones); mejor guarda silencio y, si de milagro aparece Don, puede embellecer aún más el momento (que de hecho es lo que hace). Cuando Bobby le cuestiona a Betty por qué no le dijo que su papá vendría, ella responde con una sonrisa magnífica: “porque quería que fuera una sorpresa”. Y en verdad lo es.

The Better Half son aquellos amantes que ya no son nuestros amantes (Campbell y Roger lo saben). Se trata de aquellos que nos conocen lo suficiente como para no querer quedarse ni una vez más.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Eucalipto

Empecé la recolección de especies vegetales de la que te había hablado. Como la casa de Alejandra está rodeada de enormes eucaliptos, no fue difícil proveerme -sin mayor esfuerzo- de mi primer especímen. Además son árboles que conozco muy bien desde la infancia. Les tengo afecto. Checa ésto:

Provienen de Australia y son de rápido crecimiento así que se utilizan para reforestar y para explotación por parte de la industria papelera.

Nunca he visto su fruto. Según la wikipedia se trata de una cápsula de color casi negro con una tapa gris azulada que contiene una gran cantidad de semillas (voy a buscarlo).

Ahora piensa en esto: su aspecto es seco, llegan a medir más de 60 metros de altura (se habla de ejemplares ya desaparecidos que han alcanzado los 150 metros) y son muy delgados, por tanto, son de fácil combustión. En bosques densos de eucaliptos las llamas de un incendio pueden alcanzar más de 300 metros de altura.

Tú eres como un eucalipto.

lunes, 6 de mayo de 2013

Feliz Cumpleaños Freud

Ese momento del día en que Sigmund Freud te hace sentir especial porque puedes imaginarlo divertido e interesado mientras le cuentas tus sueños.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Polvo

Existe un tipo de desorden que dista mucho de asemejarse al desorden producto de la pereza o la suciedad. Éste se puede encontrar en la habitación de ciertas jóvenes féminas. Dichas jóvenes féminas despiertan una mañana nublada y cuando miran el reloj no lo reconocen, les parece un objeto distante al compás de algo que no tiene ningún sentido. Ese día no hacen la cama. Sumidas en la monstruosidad de los hechos matutinos, en la bruma que provoca el vapor del baño; se irán sin recoger el kleenex que lanzaron y no atinó a entrar en el cesto de la basura -además de una considerable cantidad de ropa sobre el sillón-.

Así por meses.

Sin ser religiosas, las cruces y virgencitas que les regalaron en su primera comunión estarán desperdigadas por toda la habitación. Los zapatos, libros, fotos, collares en la alfombra: orden en el desorden. Libros con flores secas, maquillaje hecho trozos. Vasos de agua vieja.

Son las que, llegada la noche, se ponen un camisón suave que les regale algunas caricias anónimas a sus pequeños senos. Leen a Leonora Carrington y se rodean de criaturas despiadadas que solo a ellas sonríen mientras les chorrea sangre de los dientes. Los grillos vibran furiosamente a su alrededor y eso las inquieta.

Por último, pasado un año, una fina capa de polvo va a convertirse en su único sentido de la orientación: identificaran fácilmente las ausencias o movimientos de las cosas porque éstas habrán dejado su sello, su marca de polvito en la superficie que las sostenía.

¿Conoces a alguien así? Es melancólica pero no la desprecies, que el resto, las mujeres ordenadas, son eso precisamente: mujeres ordenadas. Polvo bajo la cama.

lunes, 22 de abril de 2013

Leer es como traducir

"Traduttore-traditore". Traducir es traicionar, pues se pierden los sonidos secundarios, concomitantes y no expresados de las lenguas. Además, entre elegir ser fieles a la palabra, la forma o el sentido, también hay un desajuste en el texto. En fin, siempre se extravía el estilo del original.

Por ejemplo, en la poesía, siempre hay un término medio entre traducir e imitar.

Así, el verdadero objetivo de la traducción debería ser la superación de la distancia. La distancia temporal que hay entre las lenguas; la del autor con el traductor; la de éstos dos últimos con el lector mismo... ¡para que no todo sea una pérdida! porque el arte puede salvar todas las distancias, aunque lo intraducible esté latente.

Entonces, parece posible ganar algo, ya sea en la interpretación, ya en el hecho de dar a conocer a otros el texto en cuestión. También, cuando lo traducido no se trata de otra cosa más que del conocimiento por sí mismo (como en los textos especializados que deben transmitir información puntual y, que ante todo, requieren de una comprensión correcta). Y, en el caso de las grandes traducciones literarias, hay una posibilidad de que el lector ni siquiera note las diferencias (el concepto de literatura universal es inseparable de las traducciones, de hecho, es simultáneo a la extensión de la novela).

La literatura requiere de la traducción. En niveles diferentes, leer y traducir son una misma operación hermenéutica: la interpretación.

martes, 9 de abril de 2013

Cumpleaños

Víctor faltó a clases, es el único hombre en nuestro pequeño grupo. Así pues, hoy sólo éramos cuatro mujeres y la sensei. Hablamos sobre las manifestaciones artísticas en Japón después de la Segunda Guerra Mundial: Mishima, Kôbô Abe y Kenzaburo Oe. Como el fin de semana fue cumpleaños de la sensei, Myriam llevó té negro y fresas con chocolate al salón. Estudiantes y profesora, fruta dulce de por medio, la guerra y el arte. El atardecer. Kôbô Abe: "Cuando uno empieza a sentir que la paciencia es la derrota, está en el comienzo de la derrota". Después, la sensei -que es contemporánea de estos hombres- nos regaló con una anécdota personal. Trata de cuando se hicieron públicos los primeros relatos de gente enferma por radiación. Recordó un video en el que una mujer apenas se tocaba la cabeza y un mechón de cabellos se desprendía con terrible facilidad. Dijo que la impresión que ese video le causó fue tan grave que cada mañana, frente al espejo, tiraba de su propio cabello para comprobar que se quedaba ahí.

sábado, 30 de marzo de 2013

En la orilla donde acaba

La ciudad y la noche son un sueño en el que los ventanales de los edificios reflejan los faros en lugar de las estrellas. Las bocanadas de tabaco son como el fantasma de un cachalote que surca las aguas negras de este cielo citadino. Lo bello brota fácil porque se colora ante la  muerte y las sombras. Me gusta más así, que nada tenga que ver con el pasto y las flores, ni con la supervivencia.

Música, y que el auto no pare de avanzar, manejado por quién sabe quién.

jueves, 28 de marzo de 2013

Transición del beso

M. inclinó su rostro hacia el de K. Lentamente. Desde que pudo percibir la temperatura de sus labios hasta que sintió el roce de su piel, la respiración acompasada y profunda de ambos se entrelazó en tres ocasiones. No hizo más, no podía. Sólo descansó su boca en la boca de él por un largo tiempo. Así fue como M. besó a K. Llena de un profundo placer. Quietecita.

Después K. besó a M.

Lo hizo de tantas formas. Formas nuevas, desconocidas e irrepetibles. Nuevas. Una primera ronda seguida de otra más larga aún, seguida de otra bien ordenada, de otra bien probada en la que cabía una serie más, cada una diferente de la anterior. Como una niña sorprendida por la abundancia que emanaba de sus besos -su lengua, la fuerza, la ausencia de ésta, el ritmo, la inclinación de su rostro, la humedad- abrió los ojos. Los labios también, la sonrisa.

domingo, 24 de marzo de 2013

Empatía al cubo (transferencia electrónica)

Es terrible que la capacidad de manipular efectivamente a las personas requiera de una inteligencia excepcional para hacerlo. Que peligroso. Me siento confundida. Hay personas que son un abismo. Ambiguas, calladas, mentirosas, fáciles de querer, de compadecer, de perdonar. Personas que explotan lo mejor de ti.
¿Entendiste?
Explotan lo mejor de ti.

sábado, 23 de marzo de 2013

Apunte en el diario

El viernes pasado subí a la Sky Tree, en Tokyo; en 2011 era la torre más alta del mundo. Estuve en el piso 350 (se puede subir hasta el 450 pero es más caro). A esa altura es posible ver la curvatura del planeta… Imagínate.
En contraste, ayer visité la Torre Tokyo, símbolo urbano durante mucho tiempo (es donde se reúnen las Sailor Moon ¿te acuerdas?). Fue muy melancólico. Llegué de noche, hacía frío y el cielo parecía albergar una tormenta. Me sentía cansada, las 12 horas previas caminé y caminé por Harajuku… Al emerger del subterráneo, si, lo primero que vi fue la torre. Estaba ahí, si. Pero era tan pequeña. Y desolada en comparación. Su iluminación eran unos cuantos focos rojos con violeta; mientras la SkyTree está bañada en luz blanca y azul galáctico. Apenas pude tomar dos o tres fotos… pretendía tomar una más cuando en la pantalla de la cámara vi como se oscureció la base de la torre. Cada minuto la oscuridad avanzó más y más, la parte media, el mirador, la parte superior y, finalmente, la punta de la estructura.
Quedó el vacío, la noche entera y a la vez no.
El invierno ya casi llega. De Japón siempre te dirán que sus estaciones son muy notorias, muy características. Al llegar aquí vi el momiji (las hojas amarillas y rojas flotando al viento, entregadas al otoño que fenece) y ahora, los árboles están desnudos, como si de troncos muertos se tratase. ¿O es que entraron en coma? Me parece de lo más normal que uno tema que jamás vayan a despertar otra vez. Ha de ser increíble verlos revivir a través de las flores del sakura.
Debajo de una enramada altísima, misteriosa e invernal, pude ver la Torre Tokyo disminuida por la vida de la ciudad y sus recuerdos, las nubes cargadas de nieve flotaban detrás, por encima, por debajo de la piel… y, para no perder la costumbre, quise morir aquí. Ahora. En el bello Japón.

Sobre compartir la cama

Era un calor que te pertenecía, que no me imponías, que me tocaba sin invadirme.

viernes, 15 de marzo de 2013

Bajo perfil

A tu lado me veo obligada a querer más hacia dentro que hacia fuera, lo cual tal vez signifique sólo una cosa: he tenido que aprender a querer por encima de los demás.

miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Hago mal en interpretar esto como halagos de tu parte?

A mí si me gustan las caricias que me haces con tu conversación. Cuando te confesé que no había leído a Juan José Arreola porque tuve un maestro que se llamaba igual, que no me caí muy bien, me dijiste con mucha amabilidad: “esas son las verdaderas razones, las que nos mueven”.
Lo dijiste con un tono tan dulce. Tanto que, a pesar de haberme sentido avergonzada, te creí. Así fue como, en un intento de compensación rápida te respondí: “Arreola me está gustando mucho, tal vez, ahora, hasta comience a pensar con cariño en aquel profesor, su homónimo.”
Y tú no quitaste el dedo del renglón: “Es probable. Entre los grandes cineastas es bien sabido que el orden de la narración es el que da la pauta para el gusto o el disgusto. De haber conocido primero a Arreola, el escritor, tal vez hubieras sentido mayor simpatía por el profesor.
Anda, sígueme platicando: ¿Hago mal en interpretar esto como halagos de tu parte?

lunes, 7 de enero de 2013

Pretextos para el caos

Tardé casi una hora en darme cuenta que me había perdido, otra más en asimilar que el grupo me había abandonado… Tres horas de caminata inconsciente, feliz como perra extraviada… Y una hora más en lograr volver al hotel.

Seis horas a cambio de 60 segundos; porque no pudo haber durado más de un minuto: cuando entré a esa habitación irrepetible del Glover Garden y empezó a sonar Madam Butterfly, ¡con lo que me gusta! El llanto me hizo correr a esconderme… y el resto ya te lo dije, no me pude encontrar en lo que quedó del día.

Nagasaki, 30 de noviembre.

Empieza con D y termina con d

Tu cuerpo suave no pesa en mi cama. Liviano. Como el sueño que no te permití tener. Frágil. Tanto que mis caricias te hacían temblar como alas de mariposa; terriblemente vivas, dolorosamente rotas, inconscientes y absolutas. Tan suave. A mi merced insomne y obsesiva. ¿Qué voy a hacer con todo este amor que no puedes ver? Al que repele la alarma del despertador…

Vancouver - Narita

Despegamos alrededor de las 11 de la mañana pero, tratándose de un vuelo de conexión -proveniente desde la Ciudad de México, con el día previo plagado de pendientes, dos horas atorada en Insurgentes y varios desvelos- en cuanto el avión se estabilizó, me quedé dormida. Pasado un amasijo de minutos incalculable, desperté. El interior del 747 estaba oscuro, todos los pasajeros en ventanilla, al igual que yo, la mantenían cerrada. No estaba pensando en nada, fue más inercia que consciencia y más suerte que curiosidad: puse el mapa como quien mira su reloj sin ver la hora. Elegí aquél en el que es posible visualizar el espacio aéreo en tiempo real y, por ende, se puede identificar en el mapamundi la zona que el avión sobrevuela al momento. Nos encontrábamos más al norte de lo esperado, apenas por debajo de El Estrecho de Bering. De un manotazo urgente y curioso quité la persiana de la ventanilla: la luz me quemó los ojos. Blanco total. Tuve que cerrarla de inmediato; no quería molestar a nadie (el avión estaba atestado de japoneses dormitando). Ha de haber sido como si alguien tirara una foto con flash en la cara de los más próximos. Me preparé para un segundo intento mucho más cuidadoso. Coloqué la abultada capucha del abrigo sobre mis hombros, abrí la persiana un poquito y pegué la cara al vidrio para absorber el impacto de luz. Como diría mi abuela, “el ojo habanero” por la luz que ardía, por la visión que me quemaba. Encima del avión había un mar de nubes, infinito hasta el horizonte. Y debajo, debajo había nieve, picos nevados, ríos que partían bloques de hielo inmensos, oscuro oleaje. Mucho movimiento y mucha quietud. Ningún árbol, por ejemplo. En el mar intuí los moluscos que sobreviven a las temperaturas árticas y los mamíferos gigantes que los devoran. No se cómo decirlo, era un reino nuevo y a la vez no porque me lo apropié de inmediato. Como si toda esa soledad solo pudiera ser habitada por mi existencia. Como si ya la hubiera soñado antes. Ignoro cuanto tiempo estuve así… el suficiente para llamar la atención de otros pasajeros y ellos, a su vez, la de la azafata que vino a pedirme con muchísimo tacto (se lo reconozco) que cerrara la persiana. Ella incluso ofreció dejarme mirar un rato más en la ventanilla de la parte trasera del avión -en donde están los servicios- conmovida por mi gesto infantil. Gesto ególatra; avergonzado al descubrir que la rendija de persiana que abrí en un principio había crecido demasiado en su insuficiencia. Ya no quise. Me dieron ganas de llorar. Pensé en ti y me volví a dormir.

Fragmentos de nuestra locura

Cuando uno sufre de una enfermedad nerviosa, la recomendación del médico y los amigos siempre es la misma: tienes que relajarte. Ser consciente de estar en una situación emocional tan precaria es desalentador: irónicamente, la única causa de ansiedad que puede identificarse con plena certidumbre es la necesidad de relajarse, de no ponerse nervioso. Lo cual termina por activar un círculo de preocupaciones infundadas o no. La terrible sensación de no tener que estar nerviosa es tan odiosa como estar nerviosa; sufrir esta condena psicológica es algo que podría postrar al más fuerte.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Japón

¿Por qué un desconocido se vuelve tan importante en un país lejano? Intuyo la respuesta... pero es tan ilógica que necesito volverlo a preguntar. Una y otra vez. ¿Por qué?

sábado, 3 de noviembre de 2012

RECIÉN AMANTES

Sé que estás ocupado.  
De mínimo hoy te hizo falta una hora de sueño. 
Los trayectos,  
el ruido,  
la gente del metrobús.  
Tu trabajo no puede ser sencillo tampoco. No en esta ciudad. 
Y leer. Hay mucho que leer.  
Hasta el internet demanda. 
  
Pero no dejes que se te olvide tan rápido. 
Esta joya no tiene por qué opacarse de inmediato. 
  
Te diré qué hago yo. 
Compro una ciruela.  
De aroma fresco y dulce.  
La cáscara suave, el centro a punto de madurar.  
Me la llevo al trabajo. 
La textura extraordinaria e inconfundible de la ciruela. 
A media mañana,  
pretendo no haber desayunado.  
Subo a la terraza del quinto piso. 
Un baño de sol matutino estalla en la superficie total de las cosas.  
La luz natural lastima un poco mis ojos de animal de interiores.  
Con el rostro orientado al sol 
cierro los párpados  
veo el color naranja de una mandarina en el desierto. 
Mis muslos,  
siempre fríos,  
envueltos en el roce de la mezclilla, 
se relajan a la tibia caricia. 
Muerdo la ciruela. 
Acto seguido,  
recuerdo: 
¿Qué impresión hermosa quedó en la punta de mis dedos la última vez que te vi? 
El vello de tus piernas.   
La suavidad de seda en la que ha devenido la cicatriz de tu abdomen. 

Abro los ojos.  
El sol me lástima cada vez menos.  
Regreso a trabajar. 

Más tarde,  
en la caminadora del gimnasio, 
reflexiono: 
¿Cuál fue la caricia magnífica que desgarró el embeleso y, sin lugar a dudas, registró 
con brutalidad el hecho de reconocerme excitada en la entrepierna “con los calzones 
mojadísimos”, la última vez que te vi? 
Así me acuerdo de tus besos. 
Pervertidos.

Sonrío. 
Muevo la cabeza un poco confundida. 
Y regreso a mi rutina de entrenamiento. 
  
Por la noche,  
en la cama,  
favorezco a la memoria una vez más:  
¿Cómo fueron los orgasmos de la última vez que te vi? 
Estimulo el recuerdo con pilas triple A. 
Lo saboreo. 
Le llamo en circulitos hasta que sale a flote. 
Dos o tres veces. 

Después duermo. 
Y duermo bien. 
Mejor. 
  
Sé que estás ocupado. 
Pero no dejes que se te olvide tan rápido.

Lo que hicimos aún chorrea gotas de miel. 
Buenas gotas, dulces tragos. 

Come de ellas. 
Como dicen las japonesitas con coquetería y gracia en el porno:  
ii kimochi desu, ii kimochi desu. 
“Se siente bien, se siente bien”. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Aquí estoy

http://lafalsatortuga.tumblr.com/

domingo, 9 de septiembre de 2012

Un nuevo mundo flotante

Algunas personas se preguntan cómo hacen los japoneses para escribir en sus teléfonos celulares y computadoras. Esas personas son capaces de intuir que algo anda mal. Saben que el número de teclas que hay en estos dispositivos no se compara con la cantidad de símbolos, carácteres, ¿letras?... de los cuales hace uso uno de los idiomas más complicados del mundo. Porque, no van a salir con que todos los idiomas tienen su propia dificultad. En realidad, lo que quieren decir es que todos los idiomas son especiales y característicos y que guardan respeto por ellos porque son constructores de una realidad única pero, eso no tiene que ver con el trabajo que cuesta aprenderlos.

Yo estudio japonés desde hace año y medio. Me lo han enseñado dos japonesas y una mexicana, esta última, gran traductora, capaz de comprender términos muy específicos de diferentes campos de las ciencias -biología, paleontología, botánica, historia- con el objetivo de poder describir de manera puntual y precisa el proceso de formación del pueblo y la cultura de Japón. ¡Tanto su formación material como la espiritual! Es increíble si sabes cuán especial es esta mujer. Ojalá baste con decir que las pocas cosas que se traducen del japonés al español no son una traducción directa, sino una que viene del japonés al inglés y luego del inglés al español. Así de triste es la comunicación entre estos dos grandes idiomas. Tomo clases diario, de lunes a viernes, dos horas cada día. Estudio y hago suficiente tarea como para sumar una hora más a los siete días de la semana.

Aprender un idioma nuevo que no se escribe con el mismo código que utiliza tu lengua materna (y por código me refiero al abecedario) ((¿miras que hermosa palabra? a-be-ce-da-rio)) te devuelve a un estado de conciencia tempranísimo. Acuérdate, aquel en el que tenías alrededor de cinco años y no sabías qué eran las letras, sólo podías atisbar que hacías circulitos. Una y otra vez, dEreCHitos, en el mismo renglón. El japonés no se rige por un abecedario. Se trata, más bien, de un silabario. Es decir, la escritura de los sonidos que nosotros identificamos como sílabas (pareja de vocal y consonante) está ligada dentro de la escritura de una misma letra. No parece complejo. Sin embargo, estos sonidos de la lengua oral producidos por el estrechamiento del tracto vocal por acercamiento o contacto de los órganos de articulación de manera que cause una turbulencia audible, son posibles de escribir con cuatro formas de escritura diferentes en el japonés. Una de ellas, son los carácteres kanji y, en un japonés coloquial, es necesario aprender cerca de dos mil diferentes para poder leer; el periódico por ejemplo. Dícen que en el español utilizamos sólo veintisiete (y aún así, nuestro número de analfabetas tuvo un crecimiento en el 2010).

La oportunidad que tengo de estudiar japonés viene de haber logrado ingresar a una maestría en El Colegio de México que muy pocas personas saben que existe. No se si "a pesar de" o "porque" es la única de su tipo en todo latinoámerica o, en términos más filiales, la única de su tipo en el mundo hispanohablante. Se llama maestría en Estudios de Asia y África y se divide por áreas de especialización. En mi caso, me enseño en Japón pero hay quien lo hace en China, India, Corea, Medio Oriente, Sur de Asia, África o Sureste de Asia. En el salón nada más somos seis. El plan de estudio es semestral, aunque previamente hicimos un propedeútico de cuatro semanas durante el cual, a lo largo de cuarenta horas efectivas de clase, nos enseñaron a escribir con dos de las cuatro formas que utiliza el japonés. La tercera ya la conocíamos. La cuarta, un año después, apenas la estoy conociendo. Me refiero a los silabarios hiragana y katakana; al romanji y; a los kanji; respectivamente.

El katakana es fácil de comprender. Son esas sílabas escritas con trazos rectos, picudos y sencillos. Sirve para escribir palabras extranjeras.

El hiragana son trazos suaves, curvos y juveniles con los que antes escribían las mujeres, y que son con los que se escribe todo lo demás que no determinan los otros tres.

Los japoneses también aprenden nuestro abecedario, lo conocen como romanji (léase romanyi). Les sirve tanto a ellos, como a nosotros, para poder poner en papel la fonética del japonés con letras romanas.

Los kanji supuestamente son pictogramas, o sea, un signo que representa un objeto real, figura o símbolo. Lamentablemente, para nuestra mente occidental contemporánea, muy pocos de los dos mil kanjis que hay que aprender para no ser considerado un analfabeta nos hacen sentido o memoria visual.

Continuará...


sábado, 19 de mayo de 2012

Miguel

Miguel, hace tanto que no me acerco a ti. Finalmente, escapaste de mi vida. No estoy segura de si te lo supe demostrar en ese entonces -cuando éramos más cercanos- porque me recuerdo inmadura, o porque siento que he crecido mucho y me cuesta reconocerme en el pasado, pero hoy, con esta carta, espero poder insinuartelo.
Hoy, estaba pensando demasiado, sola, concentrada, cuando de pronto sentí la necesidad de ver el texto que escribí para tu exposición en el Museo de la Ciudad. Nunca lo volví a leer. Lo escribí, lo vi en tu exposición, y nunca lo volví a leer. Es raro, pero eso hago con todo lo que escribo; pasa demasiado tiempo sin que lo vuelva a leer. Esa frase de que se escribe para olvidar es tan cierta. Pero la gracia de hoy, de este momento, es que se me permitió recordar gracias a esas palabras; esas palabras que en algunos momentos son tan incongruentes que rayan en lo ilógico. Por eso son bellas, porque son capaces de crear algo que fluye a contracorriente de lo que creemos que es el mundo.
Son irreales.
No me vayas a malinterpretar, parece como si te estuviera escribiendo para halagar algo que yo escribí tiempo atrás, cuando originalmente se trata de dirigir mis intenciones hacia ti. Te quiero decir que previamente, tu trabajo fue el que me inspiró. Fue tu creación la que me dejó ver un mundo más allá de la materia que nos rodea. De esta habitación en una torre departamental en la Ciudad de México en el año 2012, desde la cual te escribo y; en su momento, de una muchachilla de 21 años que trabajaba en un bar en la Ciudad de Querétaro.

Te mando mucho amor.


Pareciera que en el territorio de lo auténtico no hay cabida para la cotidianeidad, pero la hay…
A veces suele transformarse en una costumbre estar más lleno de preguntas que de certezas, o que te asalten paradojas que alteran tu pensamiento, y a pesar de estar ahí, latentes al arrebato de tus días, de tu trabajo, de ver una película o al ser amado, no podemos considerar como una costumbre. 
El hecho cotidiano en si, es un proceso cojo, lejos de lo que puede aparentar la sucesión de todo tipo de eventos en nuestras vidas, que cada día se repiten, y que por esta cualidad parecieran consumados; la verdad es que cada puesta de sol fragmenta su existencia: al despertar del sueño, no hay certeza de seguir siendo los mismos de la noche anterior.
No puedes sentir ni puedes comparar objetivamente el pasado, con tu presente y el futuro, a pesar de vivir a diario “lo mismo”. En todo caso, la referencia necesaria para leer tu cotidianeidad no se encuentra dentro de ella, pero si surge a partir de esta, en cada escenario sin anécdota, en cada día sustancialmente igual pero con matices diferentes.
Aparentemente, la repetición consolida los valores, pero por el contrario, los fragmenta; solo destacando esta característica de una vida rota, de un personaje que se para ante escenarios sin anécdota -pero no por eso sin una lectura imaginable- es permisible descubrir que las posibilidades de la costumbre se encuentran en esta obra dentro del proceso creativo, y también dentro del universo artístico que refiere ella misma para representar lo que tu desees. 
Esta obra surge en cierta medida de la obediencia inherente al artista; la vida suele transformase en una masa inconsciente, cuando esto ocurre, un salvaguarda del hombre es apelar a su inconciencia creadora… a la sucesión de las horas como un cauce de descubrimiento personal ilimitado.


María.


domingo, 22 de abril de 2012

Justificación

El anime es una narración única, con sus propios códigos estéticos y ficcionales. Su diferencia le hace valioso para los intercambios culturales y para su estudio.

Desde esta concepción del animismo estético (el percibir el alma de las cosas, escuchar sus voces, observar sus movimientos) tratamos con una concepción que no sólo es poética, sino que además está arraigada en una forma diferente de entender el mundo. Como ya sentenció Adorno al respecto: “el animismo había animado las cosas, el industrialismo cosifica las almas”. Así, podemos observar claramente que dos formas de ver el mundo se juegan su derecho a la existencia; aunque hay una manera que pretende ser la única y verdadera.


Sin embargo, en las culturas ancestrales el animismo no era sólo una conceptualización de sus incertidumbres, ni la simbolización de sus angustias. Al escuchar las voces de la naturaleza, se establecen complejas interrelaciones entre el mundo material y el espiritual, entre el mundo humano y el animal. Esto es materia para una filosofía nueva que se contraponga a la objetivación de las cosas; que cuestiona la ontología del mundo y de lo cognoscible.

Paradigmas epistemológicos de la animación japonesa: el animismo, lo animado y la acción de animar

Este trabajo, fundamentalmente, pretende analizar algunos aspectos teóricos acerca del anime -de la animación japonesa en y por sí misma, pero, también, de las diferentes maneras en las que se le estudia-. Es decir, en primer lugar, sostendré una teoría estética (propia) sobre la animación:

La posibilidad máxima a la que puede aspirar el arte de la animación, radica en su propio nombre. Es decir, en ser capaz de animar, de dar vida a los objetos, las formas, las ideas y las cosas que en su representación “realista” sería imposible.

Y, en segundo lugar (dando continuidad a la idea ya manifestada de un paralelismo entre la animación como un lenguaje visual que requiere de la acción de animar y, por tanto, de llevar a cabo una práctica animista como parte de su esencia funcional), enunciaré la “otra cara de la moneda” de las investigaciones sobre el anime, una contraparte dialéctica que no ha sido tomada en cuenta y que, a mi parecer, es la esencia de la animación. Desarrollaré este punto con más claridad a continuación:

Por regla general, las investigaciones que tienen por objeto de estudio principal al anime, de antemano, establecen la perspectiva desde la que van a abordarlo. Por ejemplo, uno de los sesgos más habituales es ver el anime como “un fenómeno de la cultura popular o de masas”. En América, incluso se agrega el prefijo “sub” a la palabra cultura. De igual manera, se habla de “japanese cartoons”, es decir, se trata al anime en su comparación con los dibujos animados, específicamente con los de Disney (lo cual, a mi parecer, no hace más que denotar la complejidad del anime pero, también lo subyuga a una discusión que parte de la esfera de lo infantil). Este tipo de aproximaciones terminan por conceptualizar al anime como un fenómeno social y, con exponer algunas de las características acerca de la recepción en el público, dan por visto lo que, supuestamente, es la parte interesante para las investigaciones académicas sobre el tema. El anime no es anime, es un fenómeno social.

Otra marcada tendencia es la que llevan a cabo quienes hacen una distinción convencional entre el cine y la animación, o sea, entre “la acción viva” (llevada a cabo por seres de carne y hueso) y aquella “ficción de personajes creados por la imaginación humana”. Este binomio conceptual suele ver al anime como algo inferior a las actuaciones humanas, subestimando su condición multifacética de formas y géneros, de estilos y audiencias, etc.

Un tanto más frecuente es dar al anime el tratamiento que se le da a una industria: estudiar sus ganancias y pérdidas como objeto comercial en el mercado global. Y, además, dar su definición por sentada, como algo que es claro para el lector, por lo que basta con hacer un listado de juicios de valor y adjetivos: el anime “is the hot new thing, is not for kids, twisted, bizarre, uniquely, imaginative...”.

En estos ejemplos, hay un patrón en común. La animación es vista como un objeto, un sustantivo que está a merced del estudioso. Entonces, si la animación es vista como un sujeto, se vuelve partícipe de la coacción de la sociedad. Pero, si la animación es vista como una acción, como un verbo que se realiza, es el estudioso quien debe de formar parte de ella para constituirla como tal.

Puntualmente, “la otra cara de la moneda” de la que hablaba anteriormente, hace alusión a llevar a cabo estudios sobre animación pero concibiéndole como un verbo, no como un sustantivo (que es lo que se hace en toda la bibliografía consultada hasta el momento). Éste cambio de enfoque es el eslabón para vincular el lenguaje visual de la animación con un sentido animista (la acción de animar), lo cual, resulta en la característica estética mejor desarrollada y particular de la animación “bien lograda”, “consumada”.

Habiendo entrado ya en materia animista, será necesario revelar un enfoque novedoso sobre el término animismo. Lo cual, en principio, implica una conceptualización crítica del término, que permita cuestionar los diversos enfoques que se le han atribuido desde sus primeras enunciaciones teóricas dentro de la antropología -en particular, la idea de que el animismo se manifiesta sólo en sociedades primitivas y, por tanto, queda fuera de las  sociedades modernas-. Más allá aún, se estudiará al animismo no sólo como las relaciones que el pensamiento establece entre la materia y el espíritu, sino que serán consideradas diversas formas del lenguaje visual (animación) como representaciones ontológicas abstractas que señalan prácticas animistas en el arte y la comunicación contemporánea japonesa.

En esta investigación nos enfocaremos al estudio del anime como un objeto que oscila entre el paralelismo ya referido: es parte de la animación (como producto de las artes visuales) y; como fenómeno narrativo que involucra la recepción y comprensión de un enorme y entusiasta público es inherente a la práctica animista.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Animismo

Compré un sombrero y lo colgué en la silla que está a un lado de mi cama. Es para plagar de existencia las miradas que echo a la habitación en penumbra, entre sueños. Me hace creer, a instantes, que es alguien sentado a mi lado, apuntando la noche. Viéndome dormir. Esto no sin sobresaltos por supuesto, con miedo las primeras noches por su silueta infame pero, nos estámos entendiendo. A veces lo domino yo y le permito conversar conmigo, le dejo ser; otras me atemoriza tanto que me despierta, me obliga a racionarle hasta su condición de sombrero en una silla. Por lo menos tenemos un diálogo intenso, lo cual ya es mucho que decir.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Un guía amistoso

Stefan:

Estoy leyendo a Gramsci, una de tantas compilaciones acerca de su obra. El libro se llama Cultura y Literatura, supongo que lo conoces. Hay una parte, en la que Gramsci habla sobre los intelectuales y sus caracterizaciones (es brillante). De ahí, por obvia asociación, pasa a hablar sobre la educación y las instituciones educativas. Es tan positivo, y tan coherente, que a momentos me enternece. Y luego me avergüenza el haberme enternecido (según sus propios postulados, pues significa que me siento autónoma e independiente del resto de la sociedad, investida de características propias y exclusivas, lo cual da como resultado esta apreciación "utópica", "imposible", de la virtud en las masas... Aún me falta sabiduría para valorar la acción humana sin el estigma de la función social).
En fin, voy a ir al grano, te decía, Gramsci se pone a hablar sobre la educación, sobre como debería de ser. A continuación, citaré la situación ideal, tratese del caso de un joven adulto que ya ha tenido una formación creativa, pero sólida y disciplinada desde su infancia:

"Ahora, el aprendizaje se consigue especialmente con un esfuerzo espontáneo y autónomo del alumno, en el cual el maestro no ejerce más que una función de guía amistoso, como ocurre o debería ocurrir en la Universidad."

Gracias a ti, en mi caso si ocurrió. En la Universidad tuve un guía amistoso, tan ligero y natural en sus enseñanzas, que logró conjugar en mi proceso de aprendizaje -a un mismo tiempo- la libertad y el estricto deseo por buscar el saber.

Nunca lo voy a olvidar.

viernes, 26 de agosto de 2011

México

Hace mucho que dejé de ver las noticias, simple y sencillamente, porque yo sueño. Sin metáforas, sin ningún sentido poético, yo sueño. Es decir, recuerdo -sin excepción- todos y cada uno de mis sueños. Cuando me entero de sucesos como el que acaba de ocurrir en Monterrey, sufro de ante mano: se que una vez que duerma viviré la violencia, el dolor, la impotencia... arderé en el fuego.

Es la primera vez que confieso algo así. Obvio, porque me culpo de ello. Me enloquece que mi subconsciente guarde y repita acciones tan siniestras ¡hechos que repruebo, que aborrezco!... que me deprimen y me asustan muchísimo. No me interesan el poder ni el dinero, por favor, soy vegetariana. Me gusta leer.

Pero ya basta. Hoy, estoy dispuesta a aceptar que si son mías. No he hecho nada por pararlas, ni siquiera las he querido mirar en la televisión. Por tanto sí, sí me pertenecen. No sabes cuánto me pesa esta identidad podrida, ser mexicana hasta en el inconsciente y seguirme haciendo pendeja.

Además, lo que está sucediendo en el país lastima lo más profundo de nuestro ser, de nuestra humanidad. No lo olvides.

jueves, 5 de mayo de 2011

La frontera

En Tijuana el desierto es bosque. Un bosque de cactus altísimos, retorcidos; guerreros invencibles de la aridez. Su sombra es profunda, de ella emergen venados, búhos y zorros, serpientes y alacranes, todo a la vez.
Da miedo que entre tanto sol aún quepan tantos recovecos oscuros. Las señales federales lo advierten: “No haga paradas en despoblado“. Las gasolineras abandonadas de Pemex lo confirman: “Váyase de aquí“.

domingo, 3 de abril de 2011

君に届け

Por fin colgaron el capítulo que había estado esperando. La trama se había quedado a punto de la revelación amorosa: después de innumerables errores y malentendidos, de capítulos enteros que abordaban los pensamientos introspectivos de Kuronuma y Kazehaya, estos por fin, lidiando forzosamente con la timidez, se disponen a hablar sobre sus sentimientos.

Todo había ido lentísimo, estamos hablando del capítulo 32 y a penas van a hablar. Fue una tortura porque desde el principio los presentaron como los protagonistas que aman profundamente al otro en secreto. Ese era el conflicto fundamental que les compró mi ñoño romanticismo nocturno y closetero. Llevaba rato esperado con ansia este momento.

Kuronuma y Kazehaya están cara a cara, el salón de clases existe iluminado por un cálido atardecer en el que la brisa veraniega arrastra una agradable musicalidad proveniente de la calle y a la vez del campo y del mar y que mueve las cortinas en un impetuoso baile que contrasta con la rigidez de ambos, de las butacas vacías. Los dos tratan de decir algo, pero se contienen al presentir que van a interrumpir al otro. Silencio e inacción de nuevo, se siente que las mejillas les arden...
De pronto, un horrendo pitido interviene en la escena; la pantalla parpadea en rojo. Alerta máxima: terremoto al norte del país. Un mapa sobrepuesto abajo a la derecha indica el epicentro. 8 segundos después, cuando el aviso desaparece y el sabor del tsunami y la central nuclear de fukushima se desvanecen de mi memoria, esos dos se están besando. Que feliz me he puesto ¡por fin se encontraron!
Vamos a dejarle la tempestad a la naturaleza, Japón y yo nos guardamos la calma.

Esto no va a quedar en una visualización online nada más, el archivo ya está en un cd titulado “Souvenir de un terremoto japonés“.

jueves, 31 de marzo de 2011

Creo que por fin he madurado un poco

El año pasado sufrí la depresión más terrible, más agonizante de toda mi vida. Nadie me ayudó, nadie me podía ayudar. Ya lo he mencionado en posts anteriores, mi consuelo y mi diversión estaban en imaginar un casual choque donde mi carro fuera comprimido por un tráiler de doble remolque. Sin miedo ni cargos de consciencia.
De algún modo salí, fue suerte, no creo poder repetir semejante hazaña nunca más. Pero aprendí algo útil: canalizar la tristeza en acciones, y las acciones en orgullo. Dicho orgullo no es para regodearse en él, no es del tipo presuntuoso o banal. Es más un orgullo digno, merecido. Los logros que obtengo siempre serán pequeños en comparación con los de otros, pero para mí están bien, porque en cada uno de ellos supero mi frágil carácter.

En dos meses más me voy a vivir a una ciudad que siempre me ha parecido horrible, y sin embargo, sé que llevo conmigo la belleza. Con algo de suerte, el amor y la felicidad también.

martes, 8 de marzo de 2011

El mejor hombre

Soy mujer, pero por eso soy buen hombre.
Porque se lo que se quiere de uno, lo que se necesita de verdad.

Y ustedes no-oh.

martes, 22 de febrero de 2011

Malentendido

1-Hola ¿cómo estás?
2-Bien, aunque me duele la cabeza.
1-Siempre te duele la cabeza.
2-¿En serio?
1-Sí, y nunca preguntas cómo estoy yo.
2-Lo siento. Aunque si todas estas veces que me has preguntado cómo estoy lo has hecho esperando que yo te devuelva la pregunta, entonces me parece pertinente cuestionarte si sabes por qué siempre me duele la cabeza.
1-Eh... no, no sé.
2-Ah, entonces es justo -en respuesta a tu queja- decir que yo siempre estoy esperando tu interés, más no tu educación al saludar. ¿Por qué si ya tantas veces has escuchado de mi dolor de cabeza ni siquiera te da tantita curiosidad saber cómo lo llevo, qué lo provoca? O así de fácil supones que son migrañas de mujer neurótica.
1-...
2-De todas formas perdóname por favor. Me salí por la tangente retórica. La verdad es que yo te quiero, y si no pregunto cómo estás, no quiere decir que no me importes. Es sólo que pensé que el cariño y el interés ya estaban implícitos en el hecho de sostener conversación; de buscarnos uno al otro hasta la encantadora coincidencia de sincronizar el tiempo y el espacio en el Universo.

De alguna forma se es constante

Cotarello me hizo ver que las dos últimas entradas en este blog son una burla. Mientras en una hablo de iniciar con fuerza y buenas miras el año, tres días después, en la otra hablo de suicidio e infiernos personales. No caeré en la simpleza de justificar que la volubilidad es una condición de permanencia en mí, no. Pero me parece divertido, supongo que el placer está en lo inesperado, en la eterna, estúpida y genuina sorpresa a la que someto el total de mi vida: baste un mensaje no recibido para sumergirme en la soledad o que haya jugo de naranja en el desayuno como buen augurio laboral. Pero retomando el tema en cuestión, la constancia -la recuperación del equilibrio- se puede ver fácilmente que está aquí, en escribir. Viene al dar orden narrativo al caos de la experiencia; y lo comprobaré ahora mismo.

En su Introducción a la literatura fantástica, cuando Todorov habla de pan-determinismo dice que en todos los niveles existen relaciones entre todos los elementos del mundo:
Un día, se producen simultáneamente dos acontecimientos... mientras unos lo interpretan como una coincidencia en el tiempo, para otros será una causa. Citaré a continuación los mismos ejemplos (tomados de la obra de Nerval) de los que él se auxilia para clarificar la situación.

Aurelia acaba de morir, y el narrador, que lo ignora, piensa en un anillo que le había dado; como el anillo era demasiado grande, lo había hecho cortar:

“Sólo comprendí mi falta al oir el ruido de la sierra. Me pareció ver correr sangre...“.

¿Azar? ¿Coincidencia? No para el narrador de Aurelia.

El agua crecía en las calles vecinas; bajé corriendo por la calle Saint-Victor y, con la idea de detener lo que creía ser el diluvio universal, arrojé en el lugar más profundo el anillo que había comprado en Saint-Eustache. En el mismo momento la tormenta se calmó y un rayo de sol empezó a brillar.

Nerval es prudente, sólo explicita la coincidencia temporal, más no la causalidad; aunque la sugiere (¿o es el universo quien hace esto? no sé...)

La hora de nuestro nacimiento, el punto de la tierra en donde aparecimos, el primer gesto, el nombre del cuarto, todas esas consagraciones, esos ritos que nos imponen, todo eso establece una serie feliz o fatal de la cual depende todo el porvenir. (...) Con razón se dijo que nada en el universo es indiferente ni impotente; un átomo puede disolverlo todo, un átomo puede salvarlo todo. O bien, en una fórmula lacónica: Todo se corresponde.

Bien, se me achacará el intentar cuadrar mis pasiones desatadas a las explicaciones de un loco y en un contexto literario fantástico, pero para mí es lógico. El mensaje y la soledad, el jugo y el bonito día de trabajo son como el anillo que se arroja y detiene el diluvio. Talvez no sea una lógica universal, sino subjetiva y a merced de la fe (¿o acaso universal en su subjetividad?); aún así, si se comprende el esquema al cual se inscriben los acontecimientos de mi vida -en los que “todo se coresponde“ sutilmente pero sin falla- se aceptará hasta la diferenciación de niveles, las construcciones de las categorías del objeto y del espacio, de la causalidad y del tiempo. Escribir matiza casi con armonía causal mis torpes respuestas llenas de volubilidad. Escribir encaja todo (a mí y al mundo) en una redacción coherente que responde a la burla echa por Cotarello. Escribir me trae de nuevo aquí, a dar forma al pensamiento aunque parezca una broma. Eso sí, una broma redondita en todo aspecto, la entrada número 100 del mundo flotante.

viernes, 7 de enero de 2011

Sobre las benevolencias del Internet

Tengo tantos pensamientos suicidas, y tanto dolor de no poder hablarlos, que cuando llego a la casa y me bajo del carro, le digo a este: “matiz, discúlpame, cada que me monto en ti, mientras te manejo, me la paso visualizando en donde podría estrellarte. Te has salvado porque si me he de morir pronto, por lo menos le debería de dejar un sueño adolescente realizado a mi sobrina, el cual, por supuesto eres tú. Una chica que tiene carro a los 14 o 15 años es una verdadera princesa consentida.“
Me parece de un tremendo mal gusto decirle a las personas que estoy deprimida, de todas formas no pueden ayudarme, y mi enfermedad es muy contagiosa. Creo que por eso he terminado haciendo el rídiculo que vivo en este preciso instante, escribir una entrada de blog. Hace un rato me la pasé llorando frente al muro de facebook, 300 amigos ahí no significan mucho. Tenía ganas de actualizar un estado que dijera “pensamientos suicidas, mi pan de cada día“, pero me detuve a pensar qué clase de comentarios podría acarrear esa acción. Supuse que algunas amistades me dirían “Noooo, cómo crees, anímate“; otros escribirían “claro, todo está de la mierda, pero no te ríndas... cuándo vamos por un café o una cerveza“; y por último, los pocos familiares me reprenderían “pues soy una jovencita guapa con toda la vida por delante“. Bajo esas expectativas ya no valía la pena hacerlo; en parte si me siento tan sola y tan triste es porque dudo que alguien pueda darme una solución. Entonces, decidí que no valía la pena hacerlo, pero la curiosidad (ok, ok, lo confieso, la necesidad, el grito silencioso de ayuda, esa pequeña señal antes de “la tragedia“) me seguía diciendo que lo escribiera. ¡Hey todos, escuchenme, esta es la intimidad pública, la anécdota de cómo una veinticuatroañera llora media hora frente al facebook y no porque acabe de ver una foto de su ex con su nueva novia! De hecho ya había tecleado mi lamentable estado, si no le di publicar fue porque me asaltó un último (no lo negaré, también rídiculo) pensamiento: que nadie escribiera, que solo le dieran me gusta y ya en señal de “apoyo“, o ni eso, como es viernes por la noche que pasara desapercibido, sin el mínimo interés. Ya se que mi vida social apesta, pero la confirmación de este hecho a través de un sitio en internet suena insoportable, todavía trato de cuidarme un poco las apariencias.
Pero vaya, ya me siento un poco más tranquila, reunir fuerzas para escribir esto me ha tomado tiempo y creo que me encuentro mejor. Lo grandioso de tener este blog es que siempre me ha parecido que es una ficción, un diario de ficción, tiene la magia de permitirme escribir una que otra particularidad de mi vida con exageración y retorcimiento; surte un efecto tan poderoso este trastocamiento de los hechos que es como una fuente de la eterna juventud, un pozo que se traga los fragmentos de mi vida con los que no puedo lidiar muy bien. Mi querido blog funciona como filtro entre mi vida real y la virtual, todo es muy claro así; de esto lo único que me preocupa es estar creando un infierno personal que ahora flota en la Red. Ojalá no agarre descuidado a nadie que teclee su dirección.
Enhorabuena, esta entrada ya me empieza a parecer ajena, algo que nunca pasó.

martes, 4 de enero de 2011

Año nuevo

Me imprimí un calendario con la imagen de un gato de caricatura, todo gordo, todo sorprendido, tiene una carita de tonta duda y dolor porque su colita está metida en agua; no la saca, no hace nada, solo contempla a quien le mira -con las orejitas echadas atrás-. Bellísimo. Me gusta mucho, probablemente porque su torpe actitud me recuerda a mí (y ahora escribiendo sobre calendarios de gatos me recuerdo a una anciana, pero no importa). El punto es, que el dibujo es genial, atrapa la esencia de la caricatura que deseo dejar de ser: un gato flojo y pasivo, congelado en situaciones de risible queja. Quiero escribir, estudiar y que se me pongan duras las nalgas; objetivos que es fácil sistematizar en mi nuevo calendario porque la actitud ya la traigo, me la regalé desde el día primero. Además, en una mezcla de lecturas e hyperlinks, me apoya mi gurú personal, Yukio Mishima.

Ok, esto viene a cuenta porque tengo buenos deseos, para todos. Que este año, de verdad, sea feliz. Yo obtendré lo que quiero. A ustedes les dejo toda la suerte.

martes, 28 de diciembre de 2010

¿Qué será del año nuevo?

Si tu eres incapaz de lidiar con mi soberbia y yo no aguanto tus totalitarismos. Si el amor frustra mi más genuina manera de ser.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Japón

Este país es predominantemente montañoso, desde la más remota antigüedad las montañas han sido parte integral de la vida de los seres humanos que lo han poblado. Es en las montañas donde han surgido y se han arraigado numerosas creencias religiosas y donde la gente se vincula con las deidades que ahí habitan...

domingo, 28 de noviembre de 2010

Y dices que no sabes quién soy

Pero yo de lo que me acuerdo es que me decías: “Bésame. Andale, voy a cerrar los ojos y hago como que duermo, no me muevo ni tantito; sólo voy a poner la boca flojita y tú me das de besos. Hazle como si me quisieras despertar“. Y ahí iba yo, obediente, a rozarte con la puntita de la lengua, a meterte el dedo humedo por un lado de la boca mientras te mordía los labios y me aseguraba -por la tensión de tu pecho- que nadie te había besado así jamás.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Juzgaba con demasiada racionalidad fenómenos que ameritan un vuelco del corazón

De pasada, hace días escuché hablar del término tecnofobia. No le dí importancia, no busqué información extra porque me pareció claro en su literalidad: miedo a la tecnología. Deduje que seguramente era aplicable a ciertos casos de ortodoxia extrema en los que la gente se niegan a la tecnología por pensar que entorpece el contacto sensible entre humanos o, por renegar de la sustitución del trabajo manual por el maquinal. Muy socióloga, muy sabida del mundo moderno, vi a varios conocidos que se frustran ante el avance tecnológico y su imposibilidad de ponerse al corriente en sus aplicaciones y costos. La carrera del capitalismo en su fase tecnológica. Mis breves meditaciones fueron así, y se esfumaron con una risita burlona y un beso a mi mac y al ps3.

Pero hoy, hoy justo dimensiono una posibilidad más:

Son las 2 de la mañana, todo está apagado en la casa -me parece curioso decirlo así: “apagado“-, voy por un vaso de agua a la cocina. Conforme la distancia hacia el garrafón disminuye, lenta sobre mis cautelosos pasos en la oscuridad, escucho música. Juro que no sé decir de qué tipo, la memoria me falla y no logro reproducirla. Cada vez más clara, más audible y más imposible en el contexto, siento pánico pero no dejo de caminar hacia ella; sigo el movimiento. Descubro que lo que suena es un radio viejo que hay sobre la alacena. No se quién lo encendió, pero me relajo; alguien debió hacerlo. Aquí, el gran problema viene cuando aprieto el botón para apagarlo y no funciona inmediatamente. Casi me pongo a llorar, lo desconecté de un tirón y regresé corriendo a mi cama. Sin vaso de agua, cabe mencionar.

Ahora que lo escribo, también hay veces que hablo por teléfono y justo cuando digo alguna frase del futuro, algo que deseo o que quiero hacer, entra un golpe de estática fortísimo. Lo odio, sin darle mucho peso me he convencido que es la muerte escuchando mis conversaciones y poniendo un alto a mi verbalización de los años venideros. Incomoda, me hace colgar más pronto mis llamadas y ser cuidadosa de no contar mis planes. Vaya manía bizarra.

También está ese conocido saber (cinematográfico) de que las grabaciones de vídeo revelan espectros que el ojo humano no percibe... Es obvio, las imagenes de las webcam encendidas en las intimidades del mundo; los registros de los celulares; las cámaras de vigilancia que nunca parpadean; y por tanto, nada visible se escapa. Terrible. Porque cerrar los ojos es un privilegio del hombre.

Así es como “juzgaba con demasiada racionalidad fenómenos que ameritan un vuelco del corazón“. Pero ya no. No se en qué momento me volví tan miedosa por placer. Antes, en cuanto una sombra comenzaba a cobrar una forma espantosa me bloqueaba y hacía que se esfumara, o me escondía bajo las cobijas. Ahora no, me quedo mirando fijo hasta encontrarle ojos chorreantes y una pata de gallo. Y ya me atrevo a verme al espejo con las luces apagadas. Es un morbo descontrolado (porque sí me asusta), del que espero no vaya a caer rendida o loca muy pronto. Por mientras, jóvenes internautas, confieso padecer tecnofobia, pero ya expuse de qué tipo.

P.D. La era de las máquinas, su momento de reinar sobre el hombre, no, eso no me asusta. Creo en la transmigración de las almas a enormes computadores que extenderan nuestras posibilidades y análisis de la realidad.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Song without music (track 2)

Nothing matters to me
especially when I’m with you
because without the rest of the world
you’re perfect. Oh yeah.

Without the rest of the world
you´re perfect.

The analogies ruin everything,
also in metaphors inhabit demons.

And…
And…
And…

I hate your friends.

lunes, 25 de octubre de 2010

Bonus

Suena el teléfono celular. La voz de Graham me cuestiona:

-¿Viste $&#($$!$%&" de Buñuel?
-No.

Entonces Graham me leyó algo antes de dormir:

“…En el film Belle de jour de Buñuel, un voluminoso coreano, cliente del burdel de madame Anaïs, muestra a las damas el interior de una pequeña caja que suele utilizar para sus misteriosos propósitos. No vemos lo que hay en el interior, pero sí oímos un pequeño e indefinible ruido. Dos de las chicas retroceden horrorizadas. Séverine sonríe y se encierra en una habitación con el asiático y su cajita.

Más de mil veces, sin duda, en los veinte últimos años, se me ha preguntado qué hay en la caja. Nunca he sabido qué responder, pues, evidentemente, nunca nos lo planteamos. Cada uno puede introducir ahí su deseo más secreto, su perversión más inconfesable. Yo solía responder como podía, bromeando, y la gente me decía: hay una serpiente, hay un instrumento que es así y asá, etc. Todas las respuestas, como suele suceder, vulgarizaban la cuestión, que a mí me parecía tan compleja, sobre todo estando Asia de por medio, como una consigna zen.

Un día, un desconocido me llamó por teléfono y me preguntó, en un susurro, en qué época de mi vida había vivido yo en Laos. Nunca, le dije, no conozco ese país. ¿Y Luis Buñuel? Tampoco. ¿Está usted seguro? Completamente.

-Pero entonces -me preguntó el desconocido-, ¿cómo es posible que incluyeran en Belle de jour una vieja costumbre laosiana?
-¿Cuál?
-¡Pues la caja del cliente coreano!

Yo me sobresalté:

-¿Sabe usted lo que hay en esa caja?
-Pues claro.
-Dígamelo rápidamente.

Con gran amabilidad, el hombre me contó detalladamente que algunas de las más refinadas damas laosianas solían coger un enorme coleóptero, atarlo a una diminuta cadenilla de oro y luego ponérselo en el clítoris durante el coito. El movimiento de las patas del insecto aportaba así un placer suplementario e indescriptible. Se trataba de una costumbre probablemente ya en desuso, añadió el desconocido, sobre todo a causa de los desastres políticos y militares que ha sufrido Oriente, y por eso se sorprendió tanto cuando volvió a verla en una película francesa.

Le di las gracias y colgué.

Durante algunos días, la historia me divirtió tanto que se la conté a todo el mundo. Pero pronto me di cuenta de que había convertido una gran avenida en una calle sin salida. Esta coincidencia -suponiendo- que la historia sea cierta- no aportaba nada al filme y mermaba su capacidad de sugerencia. Siempre es mejor la indefinición que la precisión o lo documentado (aunque sea exótico). A Buñuel le encantaba deslizar en sus películas falsas informaciones, como para perturbar por un instante la geografía y la historia mediante una sutil labor de zapa: la verdadera realidad le perseguía como una pesadilla.”

De cuando a los 18 años tuve un amigo imaginario llamado Graham (parte V)

Estábamos en casa del biólogo haciendo absolutamente nada. Por debajo de la puerta nos llego el destino; publicidad de un nuevo lugar donde solo se servía una gran variedad de té.

-¿Vamos?
-…
-Vamos. Creo que un lugar en donde solo sirven té suena bastante civilizado.
-…

En los restos del té que bebí, Mane trataba de interpretar mi futuro. La mesera se acercó y con lenta suavidad le retiró la taza vacía, ese gesto nos permitió verle claramente la palma de la mano. No sabemos nada de quiromancia, pero a los dos nos asustó. Nunca había visto algo así, las líneas de sus manos eran tantas y estaban enredadas, tenían surcos, terminaciones inhumanas.

-Esa mujer solo vive por cortesía.
-Qué civilizado.

De cuando a los 18 años tuve un amigo imaginario llamado Graham (parte IV)

La vida puede ser muy corta, pero una película de tres horas parece una eternidad. Así que mejor hablemos de lo que paso al salir del cine.

Graham dijo que me llevaría con el biólogo. No me resistí, los biólogos me caen bien. Era una casa pequeña iluminada por lámparas rojas. En el piso estaban dos humanos dibujando, uno pequeño y uno largo, Mane y Leonardo, como sus nombres. Leonardo me extendió uno de los plumones a manera de invitación a dibujar y me preguntó:

-¿Eres la sombra platónica de Graham?
-¿Qué es una sombra platónica?
-Es llevar una amistad asexuada con un miembro del sexo opuesto.
-Sí, si lo soy.

Leonardo dibujó plantas. Tal vez eran otras cosas pero todo tenía una curva… biológica. Yo hice un barco fenicio. Graham; quien sabe qué hizo Graham.

De cuando a los 18 años tuve un amigo imaginario llamado Graham (parte III)

Saltamos la reja que rodeaba la torre de agua, fue fácil.-. Difícil fue subir la escalera completamente vertical. Arriba nos dio la madrugada de hablar y hablar (desierto, extraterrestres, vagabundos, lluvia ácida, papas fritas, drogas, cosas viejas, diseño, teatro, amistad).

-Demasiada agua ¿no?
-Si, necesito ir al baño.
-Igual yo, pero que güeva bajar…
-Estamos a unos 15 metros de altura ¿crees que el chorro haga contacto antes de terminar?

Este día lo bautizamos: Dorado cordón umbilical.

De cuando a los 18 años tuve un amigo imaginario llamado Graham (parte II)

Es un jueves cualquiera, pero yo lo veo bien feliz. Ayer Graham vino por mí y salimos a caminar. Después de un largo silencio me pregunto:

-¿Has visto coger a tus padres?- Asentí. -¿A poco no es lo más horrible que te ha pasado?
-Estaba en la secundaria; no les hable por semanas.

Reímos durante todo el atardecer.

De cuando a los 18 años tuve un amigo imaginario llamado Graham (parte I)

Graham y yo coincidimos en que los días nublados nos recuerdan nuestra infancia. No es porque hallamos vivido en un clima así, ni porque seamos melancólicos. Gustamos que se nos pegue el polvo, la cortinilla de lluvia fina que no se ve pero moja. El gris del cielo nublado, es el gris de la memoria.

Los mismos árboles, el mismo sol, las mismas personas y las carreteras son iguales, pero si hay viento, este ventila la existencia.

martes, 31 de agosto de 2010

Song without music

It makes no sense, go for a coffee and wait for a chance
when I can always create something special.
Fall in love with me is easy
I know the words...
But love leaves me because it became independent,
and women betray me when they discover
that I like writing stories
I am a dreamer
Are you a dreamer?
Will you marry me?
Oh oh oh
Fall in love with me is easy
I know the words...

domingo, 22 de agosto de 2010

Los vegetarianos

1.

Un cerdo viejo, de piel curtida en suciedad, yace muerto al sol mientras las moscas se introducen trabajosamente en su hocico coagulado. Lo han machacado a palos.

También le rompen el pescuezo a un ave enferma. La apilan junto al montón a pesar de su hueco bucal lleno de pústulas y granos amoratados. Estaba enferma, hace meses le cortaron el pico y la herida se infectó; probablemente fueron las tijeras oxidadas con las que le hicieron la brutal cirujía.

Mientras tanto, las personas dicen: ¡Buen provecho! ¡Qué rico!

2.

La carne se pudre, la muerte contamina. A todos nos es desagradable el olor de un perro atropellado, a los más sensibles incluso hará volver el estómago. Pues bien, las carnicerías y los puestos de tacos huelen igual, solo que estos últimos ocultan su pútrido aroma tras el fuego. Además, si se es carnívoro no se nota, pues se respira y se desea como tal.

Luego, las personas preguntan: ¿por qué eres vegetariano? ¿no se te antojan unas hamburguesas de vez en cuando?

Y la respuesta a sus preguntas no rádica en lo primero que les viene a la mente: ¡Estúpido protector de los derechos animales, tú te lo pierdes! No, por supuesto que a los vegetarianos les preocupa el maltrato y el abuso de la cría desmedida, de los horrores de la granja; pero la verdad es que tampoco les sabe bien a sí mismos disfrutar de un corte argentino bañado en bilis y dolor de ternera. Sus cuerpos no son un cementerio de animales malditos, sus cuerpos no son un procesador a manera de tumba.
Entienden lo desagradable en que tu saliva apeste a mariscos descompuestos y pescado salado en cañerías mientras besas cariñosamente a tu pareja.

3.

Si de mínimo hubiera cazadores consumiendo honorablemente carne fresca, pero no, solo hay gordos atascándose la muerte enlatada hace meses.

martes, 17 de agosto de 2010

Clavdivs

Me acabo de meter al messenger y no estabas. Estoy sola y luego luego le corrí a platicar contigo. Pero no te encontré.
Entonces me quede pensando:
Que cuando quieras podemos chatear o usar skype (si es que todavía quieres...) pero lo mejor que nos podría pasar, lo que más se me antoja ahora, es mantener correspondencia. De verdad que si prefieres el chat lo intentamos, pero mandar cartas es algo que a pesar de las facilidades del correo electrónico en nuestros tiempos ya no sucede. Y sería genial platicarnos cosas con humor, respondernos cuando tengamos ganas de escribir y no frente a los punzantes ruidos del messenger y la inmediatez de un diálogo prefabricado y lleno de faltas de ortografía que no deja sentir más que volubilidad. Soy una ñoña, una ñoña intensa, pero el messenger siempre me ha hecho enojar o caer en malentendidos... Aquí estoy.

domingo, 8 de agosto de 2010

El mundo flotante

Hasta hace unas horas para mí las artes marciales eran un juego. Una coreografía cinematográfica inútil en peleas callejeras de cuchillo y deshonor. Claro que te pueden hacer más fuerte, letal si quieres pero nada más asombroso que -por decir algo- un acróbata del Cirque Du Soleil. En resúmen, pensaba que todo era como en “El tigre y el Dragón“: una proyección espiritual de la pelea; la visualización de la disciplina corporal del Guerrero aunada a sus profundas meditaciones y comprensión del mundo, lo cual les permite volar. O sea, más una exageración ficticia del potencial humano que algo verdaderamente posible. Pero eso fue hace unas horas, aunque suene casi rídiculo ahora entiendo el por qué de la gran fama del dragón Bruce Lee. Ahora sé de los estilos de pelea del Kung Fu. Hoy un maestro shaolin me ha atenazado bajo la forma de la mantis dejándome saber que no tengo ningún control, que estoy absolutamente indefensa cada que él así lo quiera.

Entonces, de nuevo el mundo flota.

No me fio del ignorante encasillamiento en que mi falta de fe en las artes marciales me tenía atrapada. Me convierte en un solterón mediocre que no ha besado ni a su eterna vecina porque él cree merecer una Jennifer Connelly. O en el compañero de clases que fastidia mientras siente “caer bien“. En una variante de las inacabables formas de inadaptación social o de un subjetivismo mal llevado.
Así que es como tener un jardín de cara al desierto. El paisaje se distorsiona entre sombras y arena infinita. Otras veces el sol hace vibrar el aire y las montañas ondulan desfiguradas por el calor que las envuelve. Socialmente estamos entrenados para aprender las convenciones más detalladas, lo que es normal y lo que no, pero ¿y si mi medidor interno no está bien ajustado y mi memoria me es infiel?

No me queda más que ser mi propia medida de todos los hombres.

martes, 3 de agosto de 2010

Alguien se me metió al cuerpo

Me dí cuenta hoy que vine a publicar y releí en los últimos dos posts la palabra sexy.

martes, 27 de julio de 2010

Piratas

Paradójicamente, la nueva imagen de hotmail me antojó leer mails de hace años. Me sorprendió -en la puntualidad de la fecha- la creatividad con la que enamoraba un febrero del 2003 y la crueldad con que la relación se finaliza en diciembre del mismo año... y así a la fecha de este post. Los correos de los primeros meses de mis relaciones siempre son maravillosos. Los titulo con frases extrañas como “cortar mis dedos y volver de mi mano un fantasma que revuelva tus pensamientos“, “calculadora“, “la brisa que alza mi falda“, “dos ciegas y una moneda“. Uso un tono que se lee gracioso, cada que puedo bromeo y digo palabrotas. Cuento anécdotas de Prometeo, la viuda Ching, Funes el memorioso, reenvío tareas de Shakespeare y otros clásicos, anexo ensayos de escritores americanos, mezclo teoría del arte con caricias y sonrisas, escribo cuentos en los que participamos ambos, pego fotos haciendo bizcos y siempre me despido con amor y con prisa por dormir. A veces, quién sabe cómo hasta soy sexy. No falla tampoco, a todos y a todas apodar con algo más lindo que su nombre...

Lo interesante es que recibí en respuesta promesas de amor eterno, propuestas de matrimonio, viajes, vivir juntos y ser madre de sus hijos o de sus mascotas (según sea el caso o el sexo pues); pero cuando las cosas terminaron, todos me escribieron lo mismo:
Eres una EGOÍSTA.

domingo, 18 de julio de 2010

Francisco, Bruno, la Tetona y yo ó El café de los marginados

Estaba atenta. Porque el tío de la mesa a mi derecha leía con ganas, y no cualquier cosa, leía con ganas a Yourcenar. Aparentaba no dormir muy bien y andar el día en ayunas, un poco desgarbado. Sobre la mesa tenía una cajetilla de camel, café con crema y uno de esos panquecitos de moras que me fascinan. Baste decir que además tomaba notas en un cuaderno empastado. Era sexy.
Cada que cambiaba la página de su edición vintage traducción de Julio Cortázar yo buscaba un cruce de miradas, pero cuando este por fin se dio, su brevedad se vio acortada aún más por la voz inoportuna de la Tetona:

-Francisco qué milagro, cómo has estado. Tienes el cabello más largo, dónde te habías metido.

Él no cayó tan pronto en el diálogo como ella hubiera querido así que lo acometió una vez más.

-Mira, te presento a Bruno, también es escritor.- Y como si ese hecho fuera un reconocimiento universal de género o de raza, que sé yo, ella se dio la media vuelta en dirección al baño dejando a esos dos cara a cara, exhibidos como fenómenos con su sonrisa incómoda en el rostro.
Embobada con la escena me tomaron por sorpresa cuando los dos voltearon a verme pidiendo auxilio. Solo atiné a decir con ironía:

-Yo también soy escritora.

La carcajada fue unísona, no podíamos parar, cuando uno comenzaba a tranquilizarse la risa del otro resoplaba más fuerte y todos volvíamos a reír en coro. Nuestros ojillos llorosos exponían translúcidos la incomprensión, la falsa modestia, el ridículo; las frases acumuladas que tantas veces hemos escuchado y que se resumen en la siguiente: “¿a ti que te gusta leer tanto no conoces a un autor -creo es gringo- que escribió la historia de un adicto a la cocaína y que después se hizo película?“...
Volvió la Tetona y nosotros seguíamos incontrolables, pues sí hay que decirlo, en el reconocimiento de lo que las personas le hacen a “los escritores“.

Nos largamos inmediatamente de ahí, era urgente que Francisco, Bruno, la Tetona y yo brindáramos unos whiskys caminando a media calle bajo la luz pálida del centro de la ciudad.

Mis(s) Respetos

Le eché una mirada que principalmente quería decir “por favor, eres vieja, no des opiniones donde no te las piden, además no tienes ni idea de lo que estoy hablando“, y la muy bruja como si leyera la mente me dijo:

-Seguramente yo he dormido más de lo que tu has vivido.

martes, 13 de julio de 2010

La continuidad del enojo

E. y M. discutieron una tarde de agosto. Es innecesario narrar sus motivos; si hay humanos hay enfados: infidelidad, traición, envidia, engaño, préstamos, trabajo, incomprensión... razones sobran. Por un lado E. se comportó bajo la usanza del orgullo, creyó merecer disculpas por parte de M. así que no le llamó ni intentó ningún tipo de reconciliación. A su vez, M. desvalorizó por completo a E., dio por hecho que si su caracter era tan violento y explosivo poco le valia tener cerca a alguien de su tipo. Tanto E. como M. analizaron la situación en la amargura y optaron por el desprecio, no sé, creo que también les dio un poco de flojera. No es lo mismo pelearse con compañeros de la escuela y a fuerza de verlos diario optar por la amistad, a ser un adulto apático, frustrado por la incongruencia de la vida, cansado y ocupado como para estar consecuentando personas que estorban.
Así las cosas, aunque se querían nunca se volvieron a hablar ni mantuvieron contacto. Como todos hemos hecho alguna vez... con alguien. Pasaron los años y M. enfermó, E. tuvo un hijo, M. se mudó al D.F., E. vivió un tiempo en Barcelona, M. consiguió una beca por tres años a Japón, la hermana de E. se suicidó, M. se doctoró, E. asistió orgullosamente a la graduación de su hijo, M. por fin se casó, E. volvió a México y sufrió una depresión horrible, M. tuvo un accidente automovilístico y perdió a su pareja, E. consiguió un empleo en Canadá, M. aún no se recuperaba de sus tragedias, E. fue feliz mirando la belleza de los atardeceres canadienses, M. publicó un estudio sobre evolución y tecnología, E. envejeció, M. se perdió. E. y M. murieron lejos uno del otro.

La historia de E. y M. en realidad no es trágica (es la historia de cualquiera), o es que solo lo parece en perspectiva, cuando reflexionamos sobre la miseria y la soledad que repunta en la muerte la continuidad del enojo.

¿De verdad nuestras diferencias deben pesar más que los eventos de nuestras vidas? ¿Solo nos olvidamos y ya? Parece que la respuesta es Si.

Pinche todo.

lunes, 21 de junio de 2010

Estamos agradecidos

Sin valor para contarlo, hasta hoy confieso que hace días casi nos matamos. En una de tantas carreteras nocturnas a Hidalgo -entre bromas y platica de auto- ha aparecido sin aviso ni más, un caballo. Frente a nosotros y los 80 km/h el animal tomó la forma clara de un accidente espantoso; 2 segundos puros de terror...

Pero estamos agradecidos, que al contacto con la bestia esta se ha esfumado. La atravesamos con la suavidad de una ligera cortinilla de agua. Y no hay mejor símil, ya que nos ha empapado a todos en sudor y lágrimas hasta media hora después llegados a una gasolinera, pero en el cofre del carro ni rastro.

Estamos agradecidos de su condición fantasmagórica que nos ha permitido seguir.

domingo, 13 de junio de 2010

Tras el biombo

Y de pronto todo me parece hermoso.

Porque lo terrible, lo que me horroriza, eso no. Eso se construye, se va haciendo poco a poco así como cae la noche.