lunes, 25 de octubre de 2010

Bonus

Suena el teléfono celular. La voz de Graham me cuestiona:

-¿Viste $&#($$!$%&" de Buñuel?
-No.

Entonces Graham me leyó algo antes de dormir:

“…En el film Belle de jour de Buñuel, un voluminoso coreano, cliente del burdel de madame Anaïs, muestra a las damas el interior de una pequeña caja que suele utilizar para sus misteriosos propósitos. No vemos lo que hay en el interior, pero sí oímos un pequeño e indefinible ruido. Dos de las chicas retroceden horrorizadas. Séverine sonríe y se encierra en una habitación con el asiático y su cajita.

Más de mil veces, sin duda, en los veinte últimos años, se me ha preguntado qué hay en la caja. Nunca he sabido qué responder, pues, evidentemente, nunca nos lo planteamos. Cada uno puede introducir ahí su deseo más secreto, su perversión más inconfesable. Yo solía responder como podía, bromeando, y la gente me decía: hay una serpiente, hay un instrumento que es así y asá, etc. Todas las respuestas, como suele suceder, vulgarizaban la cuestión, que a mí me parecía tan compleja, sobre todo estando Asia de por medio, como una consigna zen.

Un día, un desconocido me llamó por teléfono y me preguntó, en un susurro, en qué época de mi vida había vivido yo en Laos. Nunca, le dije, no conozco ese país. ¿Y Luis Buñuel? Tampoco. ¿Está usted seguro? Completamente.

-Pero entonces -me preguntó el desconocido-, ¿cómo es posible que incluyeran en Belle de jour una vieja costumbre laosiana?
-¿Cuál?
-¡Pues la caja del cliente coreano!

Yo me sobresalté:

-¿Sabe usted lo que hay en esa caja?
-Pues claro.
-Dígamelo rápidamente.

Con gran amabilidad, el hombre me contó detalladamente que algunas de las más refinadas damas laosianas solían coger un enorme coleóptero, atarlo a una diminuta cadenilla de oro y luego ponérselo en el clítoris durante el coito. El movimiento de las patas del insecto aportaba así un placer suplementario e indescriptible. Se trataba de una costumbre probablemente ya en desuso, añadió el desconocido, sobre todo a causa de los desastres políticos y militares que ha sufrido Oriente, y por eso se sorprendió tanto cuando volvió a verla en una película francesa.

Le di las gracias y colgué.

Durante algunos días, la historia me divirtió tanto que se la conté a todo el mundo. Pero pronto me di cuenta de que había convertido una gran avenida en una calle sin salida. Esta coincidencia -suponiendo- que la historia sea cierta- no aportaba nada al filme y mermaba su capacidad de sugerencia. Siempre es mejor la indefinición que la precisión o lo documentado (aunque sea exótico). A Buñuel le encantaba deslizar en sus películas falsas informaciones, como para perturbar por un instante la geografía y la historia mediante una sutil labor de zapa: la verdadera realidad le perseguía como una pesadilla.”

3 comentarios:

un anónimo amigo imaginario dijo...

Hoy que leí tu post en forma de canasta, recordé el porqué me enamoré de tí en primer lugar. Desde el concepto de amigo imaginario a los personajes. Lo encontré oximorónico (¿existe ese término?, bah!). Y el bonus. Qué genial cuento!!! Aunque creo que se aleja de Graham. En fin, vi esa película y me encantó tu relato. En especial que Graham no pudiera expresar el título de la película. Me recuerda un artilúgio utilizado por Buñuel, hacer inaudible ciertas explicaciones al interior del filme.

Kafka dijo...

Es verdad, en el bonus el texto está lejos de las cosas que solía decir y hacer Graham, por eso es un bonus. La razón es que solo es quien lo lee, no quien lo escribe.

Además, mis amigos imaginarios siempre son lectores versátiles. Siempre más que yo.

Caramelo dijo...

Graham al ser un amigo imaginario obliga al lector a suponer el absurdo de un diálogo entre una sóla persona, (oxímoron). Ésto marca la dinámica del relato.
Por ello, interpreto la sucesión de cuentos como el tránsito de una individualidad que se bifurca, uno es Graham y el otro es tú, la forma vacía del yo que enuncia los eventos.
De tal manera que, cuando uno se convierte en la sombra platónica del otro, la separación es explícita, mas sólo puede ser concebida en el absurdo. El cuento exige considerar a los personajes como un yo que interactúa con una otredad, esta interacción sólo puede ser fantástica. Las dos voces son una misma que se desdobla.

Mientras que en el "bonus", Graham enuncia una tercera voz. La del texto leído, una voz ajena a Graham, ajena al Yo enunciador. Esta voz es una verdadera otredad, pero además esta voz no está en diálogo, sino es un texto finito. El Yo enunciador se enfrenta a dos textos finitos, la película y el texto leído, mas no a Graham.

Hay un cambio, no en lo expuesto, sino en la dinámica del relato.