domingo, 18 de julio de 2010

Francisco, Bruno, la Tetona y yo ó El café de los marginados

Estaba atenta. Porque el tío de la mesa a mi derecha leía con ganas, y no cualquier cosa, leía con ganas a Yourcenar. Aparentaba no dormir muy bien y andar el día en ayunas, un poco desgarbado. Sobre la mesa tenía una cajetilla de camel, café con crema y uno de esos panquecitos de moras que me fascinan. Baste decir que además tomaba notas en un cuaderno empastado. Era sexy.
Cada que cambiaba la página de su edición vintage traducción de Julio Cortázar yo buscaba un cruce de miradas, pero cuando este por fin se dio, su brevedad se vio acortada aún más por la voz inoportuna de la Tetona:

-Francisco qué milagro, cómo has estado. Tienes el cabello más largo, dónde te habías metido.

Él no cayó tan pronto en el diálogo como ella hubiera querido así que lo acometió una vez más.

-Mira, te presento a Bruno, también es escritor.- Y como si ese hecho fuera un reconocimiento universal de género o de raza, que sé yo, ella se dio la media vuelta en dirección al baño dejando a esos dos cara a cara, exhibidos como fenómenos con su sonrisa incómoda en el rostro.
Embobada con la escena me tomaron por sorpresa cuando los dos voltearon a verme pidiendo auxilio. Solo atiné a decir con ironía:

-Yo también soy escritora.

La carcajada fue unísona, no podíamos parar, cuando uno comenzaba a tranquilizarse la risa del otro resoplaba más fuerte y todos volvíamos a reír en coro. Nuestros ojillos llorosos exponían translúcidos la incomprensión, la falsa modestia, el ridículo; las frases acumuladas que tantas veces hemos escuchado y que se resumen en la siguiente: “¿a ti que te gusta leer tanto no conoces a un autor -creo es gringo- que escribió la historia de un adicto a la cocaína y que después se hizo película?“...
Volvió la Tetona y nosotros seguíamos incontrolables, pues sí hay que decirlo, en el reconocimiento de lo que las personas le hacen a “los escritores“.

Nos largamos inmediatamente de ahí, era urgente que Francisco, Bruno, la Tetona y yo brindáramos unos whiskys caminando a media calle bajo la luz pálida del centro de la ciudad.

2 comentarios:

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

El título me hizo pensar que habías ingresado a el comic de El Santos y La tetona Mendoza, me gustó la entrada.

Kat dijo...

MUY LINDA EXPERIENCIA, ES INCREIBLE LA ATRAYENTE FUERZA QUE EXISTE ENTRE ESCRITORES.

UN BESO