El año pasado sufrí la depresión más terrible, más agonizante de toda mi vida. Nadie me ayudó, nadie me podía ayudar. Ya lo he mencionado en posts anteriores, mi consuelo y mi diversión estaban en imaginar un casual choque donde mi carro fuera comprimido por un tráiler de doble remolque. Sin miedo ni cargos de consciencia.
De algún modo salí, fue suerte, no creo poder repetir semejante hazaña nunca más. Pero aprendí algo útil: canalizar la tristeza en acciones, y las acciones en orgullo. Dicho orgullo no es para regodearse en él, no es del tipo presuntuoso o banal. Es más un orgullo digno, merecido. Los logros que obtengo siempre serán pequeños en comparación con los de otros, pero para mí están bien, porque en cada uno de ellos supero mi frágil carácter.
En dos meses más me voy a vivir a una ciudad que siempre me ha parecido horrible, y sin embargo, sé que llevo conmigo la belleza. Con algo de suerte, el amor y la felicidad también.
5 comentarios:
Qué gusto María.
Mucha suerte a donde vayas.
Tus palabras siempre me han inspirado.
Considérote una musa.
“…there are two types of people in the world: those who prefer to be sad among others, and those who prefer to be sad alone.”
Beto, gracias, en serio :)
«Es más un orgullo digno, merecido. Los logros que obtengo siempre serán pequeños en comparación con los de otros, pero para mí están bien, porque en cada uno de ellos supero mi frágil carácter.» Las líneas más honestas y verdaderas que he leído en mucho tiempo.
Toto, yo he pensado tantas veces lo mismo sobre lecturas en tu blog, además de un: y qué bien escribe.
Amo tus palabras. Gracias por ellas.
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