lunes, 3 de diciembre de 2012

Japón

¿Por qué un desconocido se vuelve tan importante en un país lejano? Intuyo la respuesta... pero es tan ilógica que necesito volverlo a preguntar. Una y otra vez. ¿Por qué?

sábado, 3 de noviembre de 2012

RECIÉN AMANTES

Sé que estás ocupado.  
De mínimo hoy te hizo falta una hora de sueño. 
Los trayectos,  
el ruido,  
la gente del metrobús.  
Tu trabajo no puede ser sencillo tampoco. No en esta ciudad. 
Y leer. Hay mucho que leer.  
Hasta el internet demanda. 
  
Pero no dejes que se te olvide tan rápido. 
Esta joya no tiene por qué opacarse de inmediato. 
  
Te diré qué hago yo. 
Compro una ciruela.  
De aroma fresco y dulce.  
La cáscara suave, el centro a punto de madurar.  
Me la llevo al trabajo. 
La textura extraordinaria e inconfundible de la ciruela. 
A media mañana,  
pretendo no haber desayunado.  
Subo a la terraza del quinto piso. 
Un baño de sol matutino estalla en la superficie total de las cosas.  
La luz natural lastima un poco mis ojos de animal de interiores.  
Con el rostro orientado al sol 
cierro los párpados  
veo el color naranja de una mandarina en el desierto. 
Mis muslos,  
siempre fríos,  
envueltos en el roce de la mezclilla, 
se relajan a la tibia caricia. 
Muerdo la ciruela. 
Acto seguido,  
recuerdo: 
¿Qué impresión hermosa quedó en la punta de mis dedos la última vez que te vi? 
El vello de tus piernas.   
La suavidad de seda en la que ha devenido la cicatriz de tu abdomen. 

Abro los ojos.  
El sol me lástima cada vez menos.  
Regreso a trabajar. 

Más tarde,  
en la caminadora del gimnasio, 
reflexiono: 
¿Cuál fue la caricia magnífica que desgarró el embeleso y, sin lugar a dudas, registró 
con brutalidad el hecho de reconocerme excitada en la entrepierna “con los calzones 
mojadísimos”, la última vez que te vi? 
Así me acuerdo de tus besos. 
Pervertidos.

Sonrío. 
Muevo la cabeza un poco confundida. 
Y regreso a mi rutina de entrenamiento. 
  
Por la noche,  
en la cama,  
favorezco a la memoria una vez más:  
¿Cómo fueron los orgasmos de la última vez que te vi? 
Estimulo el recuerdo con pilas triple A. 
Lo saboreo. 
Le llamo en circulitos hasta que sale a flote. 
Dos o tres veces. 

Después duermo. 
Y duermo bien. 
Mejor. 
  
Sé que estás ocupado. 
Pero no dejes que se te olvide tan rápido.

Lo que hicimos aún chorrea gotas de miel. 
Buenas gotas, dulces tragos. 

Come de ellas. 
Como dicen las japonesitas con coquetería y gracia en el porno:  
ii kimochi desu, ii kimochi desu. 
“Se siente bien, se siente bien”. 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Aquí estoy

http://lafalsatortuga.tumblr.com/

domingo, 9 de septiembre de 2012

Un nuevo mundo flotante

Algunas personas se preguntan cómo hacen los japoneses para escribir en sus teléfonos celulares y computadoras. Esas personas son capaces de intuir que algo anda mal. Saben que el número de teclas que hay en estos dispositivos no se compara con la cantidad de símbolos, carácteres, ¿letras?... de los cuales hace uso uno de los idiomas más complicados del mundo. Porque, no van a salir con que todos los idiomas tienen su propia dificultad. En realidad, lo que quieren decir es que todos los idiomas son especiales y característicos y que guardan respeto por ellos porque son constructores de una realidad única pero, eso no tiene que ver con el trabajo que cuesta aprenderlos.

Yo estudio japonés desde hace año y medio. Me lo han enseñado dos japonesas y una mexicana, esta última, gran traductora, capaz de comprender términos muy específicos de diferentes campos de las ciencias -biología, paleontología, botánica, historia- con el objetivo de poder describir de manera puntual y precisa el proceso de formación del pueblo y la cultura de Japón. ¡Tanto su formación material como la espiritual! Es increíble si sabes cuán especial es esta mujer. Ojalá baste con decir que las pocas cosas que se traducen del japonés al español no son una traducción directa, sino una que viene del japonés al inglés y luego del inglés al español. Así de triste es la comunicación entre estos dos grandes idiomas. Tomo clases diario, de lunes a viernes, dos horas cada día. Estudio y hago suficiente tarea como para sumar una hora más a los siete días de la semana.

Aprender un idioma nuevo que no se escribe con el mismo código que utiliza tu lengua materna (y por código me refiero al abecedario) ((¿miras que hermosa palabra? a-be-ce-da-rio)) te devuelve a un estado de conciencia tempranísimo. Acuérdate, aquel en el que tenías alrededor de cinco años y no sabías qué eran las letras, sólo podías atisbar que hacías circulitos. Una y otra vez, dEreCHitos, en el mismo renglón. El japonés no se rige por un abecedario. Se trata, más bien, de un silabario. Es decir, la escritura de los sonidos que nosotros identificamos como sílabas (pareja de vocal y consonante) está ligada dentro de la escritura de una misma letra. No parece complejo. Sin embargo, estos sonidos de la lengua oral producidos por el estrechamiento del tracto vocal por acercamiento o contacto de los órganos de articulación de manera que cause una turbulencia audible, son posibles de escribir con cuatro formas de escritura diferentes en el japonés. Una de ellas, son los carácteres kanji y, en un japonés coloquial, es necesario aprender cerca de dos mil diferentes para poder leer; el periódico por ejemplo. Dícen que en el español utilizamos sólo veintisiete (y aún así, nuestro número de analfabetas tuvo un crecimiento en el 2010).

La oportunidad que tengo de estudiar japonés viene de haber logrado ingresar a una maestría en El Colegio de México que muy pocas personas saben que existe. No se si "a pesar de" o "porque" es la única de su tipo en todo latinoámerica o, en términos más filiales, la única de su tipo en el mundo hispanohablante. Se llama maestría en Estudios de Asia y África y se divide por áreas de especialización. En mi caso, me enseño en Japón pero hay quien lo hace en China, India, Corea, Medio Oriente, Sur de Asia, África o Sureste de Asia. En el salón nada más somos seis. El plan de estudio es semestral, aunque previamente hicimos un propedeútico de cuatro semanas durante el cual, a lo largo de cuarenta horas efectivas de clase, nos enseñaron a escribir con dos de las cuatro formas que utiliza el japonés. La tercera ya la conocíamos. La cuarta, un año después, apenas la estoy conociendo. Me refiero a los silabarios hiragana y katakana; al romanji y; a los kanji; respectivamente.

El katakana es fácil de comprender. Son esas sílabas escritas con trazos rectos, picudos y sencillos. Sirve para escribir palabras extranjeras.

El hiragana son trazos suaves, curvos y juveniles con los que antes escribían las mujeres, y que son con los que se escribe todo lo demás que no determinan los otros tres.

Los japoneses también aprenden nuestro abecedario, lo conocen como romanji (léase romanyi). Les sirve tanto a ellos, como a nosotros, para poder poner en papel la fonética del japonés con letras romanas.

Los kanji supuestamente son pictogramas, o sea, un signo que representa un objeto real, figura o símbolo. Lamentablemente, para nuestra mente occidental contemporánea, muy pocos de los dos mil kanjis que hay que aprender para no ser considerado un analfabeta nos hacen sentido o memoria visual.

Continuará...


sábado, 19 de mayo de 2012

Miguel

Miguel, hace tanto que no me acerco a ti. Finalmente, escapaste de mi vida. No estoy segura de si te lo supe demostrar en ese entonces -cuando éramos más cercanos- porque me recuerdo inmadura, o porque siento que he crecido mucho y me cuesta reconocerme en el pasado, pero hoy, con esta carta, espero poder insinuartelo.
Hoy, estaba pensando demasiado, sola, concentrada, cuando de pronto sentí la necesidad de ver el texto que escribí para tu exposición en el Museo de la Ciudad. Nunca lo volví a leer. Lo escribí, lo vi en tu exposición, y nunca lo volví a leer. Es raro, pero eso hago con todo lo que escribo; pasa demasiado tiempo sin que lo vuelva a leer. Esa frase de que se escribe para olvidar es tan cierta. Pero la gracia de hoy, de este momento, es que se me permitió recordar gracias a esas palabras; esas palabras que en algunos momentos son tan incongruentes que rayan en lo ilógico. Por eso son bellas, porque son capaces de crear algo que fluye a contracorriente de lo que creemos que es el mundo.
Son irreales.
No me vayas a malinterpretar, parece como si te estuviera escribiendo para halagar algo que yo escribí tiempo atrás, cuando originalmente se trata de dirigir mis intenciones hacia ti. Te quiero decir que previamente, tu trabajo fue el que me inspiró. Fue tu creación la que me dejó ver un mundo más allá de la materia que nos rodea. De esta habitación en una torre departamental en la Ciudad de México en el año 2012, desde la cual te escribo y; en su momento, de una muchachilla de 21 años que trabajaba en un bar en la Ciudad de Querétaro.

Te mando mucho amor.


Pareciera que en el territorio de lo auténtico no hay cabida para la cotidianeidad, pero la hay…
A veces suele transformarse en una costumbre estar más lleno de preguntas que de certezas, o que te asalten paradojas que alteran tu pensamiento, y a pesar de estar ahí, latentes al arrebato de tus días, de tu trabajo, de ver una película o al ser amado, no podemos considerar como una costumbre. 
El hecho cotidiano en si, es un proceso cojo, lejos de lo que puede aparentar la sucesión de todo tipo de eventos en nuestras vidas, que cada día se repiten, y que por esta cualidad parecieran consumados; la verdad es que cada puesta de sol fragmenta su existencia: al despertar del sueño, no hay certeza de seguir siendo los mismos de la noche anterior.
No puedes sentir ni puedes comparar objetivamente el pasado, con tu presente y el futuro, a pesar de vivir a diario “lo mismo”. En todo caso, la referencia necesaria para leer tu cotidianeidad no se encuentra dentro de ella, pero si surge a partir de esta, en cada escenario sin anécdota, en cada día sustancialmente igual pero con matices diferentes.
Aparentemente, la repetición consolida los valores, pero por el contrario, los fragmenta; solo destacando esta característica de una vida rota, de un personaje que se para ante escenarios sin anécdota -pero no por eso sin una lectura imaginable- es permisible descubrir que las posibilidades de la costumbre se encuentran en esta obra dentro del proceso creativo, y también dentro del universo artístico que refiere ella misma para representar lo que tu desees. 
Esta obra surge en cierta medida de la obediencia inherente al artista; la vida suele transformase en una masa inconsciente, cuando esto ocurre, un salvaguarda del hombre es apelar a su inconciencia creadora… a la sucesión de las horas como un cauce de descubrimiento personal ilimitado.


María.


domingo, 22 de abril de 2012

Justificación

El anime es una narración única, con sus propios códigos estéticos y ficcionales. Su diferencia le hace valioso para los intercambios culturales y para su estudio.

Desde esta concepción del animismo estético (el percibir el alma de las cosas, escuchar sus voces, observar sus movimientos) tratamos con una concepción que no sólo es poética, sino que además está arraigada en una forma diferente de entender el mundo. Como ya sentenció Adorno al respecto: “el animismo había animado las cosas, el industrialismo cosifica las almas”. Así, podemos observar claramente que dos formas de ver el mundo se juegan su derecho a la existencia; aunque hay una manera que pretende ser la única y verdadera.


Sin embargo, en las culturas ancestrales el animismo no era sólo una conceptualización de sus incertidumbres, ni la simbolización de sus angustias. Al escuchar las voces de la naturaleza, se establecen complejas interrelaciones entre el mundo material y el espiritual, entre el mundo humano y el animal. Esto es materia para una filosofía nueva que se contraponga a la objetivación de las cosas; que cuestiona la ontología del mundo y de lo cognoscible.

Paradigmas epistemológicos de la animación japonesa: el animismo, lo animado y la acción de animar

Este trabajo, fundamentalmente, pretende analizar algunos aspectos teóricos acerca del anime -de la animación japonesa en y por sí misma, pero, también, de las diferentes maneras en las que se le estudia-. Es decir, en primer lugar, sostendré una teoría estética (propia) sobre la animación:

La posibilidad máxima a la que puede aspirar el arte de la animación, radica en su propio nombre. Es decir, en ser capaz de animar, de dar vida a los objetos, las formas, las ideas y las cosas que en su representación “realista” sería imposible.

Y, en segundo lugar (dando continuidad a la idea ya manifestada de un paralelismo entre la animación como un lenguaje visual que requiere de la acción de animar y, por tanto, de llevar a cabo una práctica animista como parte de su esencia funcional), enunciaré la “otra cara de la moneda” de las investigaciones sobre el anime, una contraparte dialéctica que no ha sido tomada en cuenta y que, a mi parecer, es la esencia de la animación. Desarrollaré este punto con más claridad a continuación:

Por regla general, las investigaciones que tienen por objeto de estudio principal al anime, de antemano, establecen la perspectiva desde la que van a abordarlo. Por ejemplo, uno de los sesgos más habituales es ver el anime como “un fenómeno de la cultura popular o de masas”. En América, incluso se agrega el prefijo “sub” a la palabra cultura. De igual manera, se habla de “japanese cartoons”, es decir, se trata al anime en su comparación con los dibujos animados, específicamente con los de Disney (lo cual, a mi parecer, no hace más que denotar la complejidad del anime pero, también lo subyuga a una discusión que parte de la esfera de lo infantil). Este tipo de aproximaciones terminan por conceptualizar al anime como un fenómeno social y, con exponer algunas de las características acerca de la recepción en el público, dan por visto lo que, supuestamente, es la parte interesante para las investigaciones académicas sobre el tema. El anime no es anime, es un fenómeno social.

Otra marcada tendencia es la que llevan a cabo quienes hacen una distinción convencional entre el cine y la animación, o sea, entre “la acción viva” (llevada a cabo por seres de carne y hueso) y aquella “ficción de personajes creados por la imaginación humana”. Este binomio conceptual suele ver al anime como algo inferior a las actuaciones humanas, subestimando su condición multifacética de formas y géneros, de estilos y audiencias, etc.

Un tanto más frecuente es dar al anime el tratamiento que se le da a una industria: estudiar sus ganancias y pérdidas como objeto comercial en el mercado global. Y, además, dar su definición por sentada, como algo que es claro para el lector, por lo que basta con hacer un listado de juicios de valor y adjetivos: el anime “is the hot new thing, is not for kids, twisted, bizarre, uniquely, imaginative...”.

En estos ejemplos, hay un patrón en común. La animación es vista como un objeto, un sustantivo que está a merced del estudioso. Entonces, si la animación es vista como un sujeto, se vuelve partícipe de la coacción de la sociedad. Pero, si la animación es vista como una acción, como un verbo que se realiza, es el estudioso quien debe de formar parte de ella para constituirla como tal.

Puntualmente, “la otra cara de la moneda” de la que hablaba anteriormente, hace alusión a llevar a cabo estudios sobre animación pero concibiéndole como un verbo, no como un sustantivo (que es lo que se hace en toda la bibliografía consultada hasta el momento). Éste cambio de enfoque es el eslabón para vincular el lenguaje visual de la animación con un sentido animista (la acción de animar), lo cual, resulta en la característica estética mejor desarrollada y particular de la animación “bien lograda”, “consumada”.

Habiendo entrado ya en materia animista, será necesario revelar un enfoque novedoso sobre el término animismo. Lo cual, en principio, implica una conceptualización crítica del término, que permita cuestionar los diversos enfoques que se le han atribuido desde sus primeras enunciaciones teóricas dentro de la antropología -en particular, la idea de que el animismo se manifiesta sólo en sociedades primitivas y, por tanto, queda fuera de las  sociedades modernas-. Más allá aún, se estudiará al animismo no sólo como las relaciones que el pensamiento establece entre la materia y el espíritu, sino que serán consideradas diversas formas del lenguaje visual (animación) como representaciones ontológicas abstractas que señalan prácticas animistas en el arte y la comunicación contemporánea japonesa.

En esta investigación nos enfocaremos al estudio del anime como un objeto que oscila entre el paralelismo ya referido: es parte de la animación (como producto de las artes visuales) y; como fenómeno narrativo que involucra la recepción y comprensión de un enorme y entusiasta público es inherente a la práctica animista.